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Esparterías

Esparterías

E l comercio ha experimentado un gran cambio en los últimos años. Los establecimientos pequeños y artesanales han sufrido el impacto de grandes cadenas, bazares y tiendas afranquiciadas. De manera que los valores de singularidad y atención especializada que representan están amenazados.

De entre todas tiendas antiguas, uno siente una especial querencia por las esparterías. Esos locales mágicos donde te parece retroceder unas décadas. Con las cestas, las alpargatas, los cordeles, las decoraciones, que parecen sacadas de una ilustración del "Die Balearen".

Pero si esos productos ya son entrañables y sugeridores de otros tiempos, más sencillos, pobres y agrarios, hay algo todavía mejor: su olor.

El aroma de las esparterías nos conduce a un mundo antiguo. Cuando se amontonaban los cordajes. Cuando las cosas no se retractilaban o se metían en envoltorios de plástico, sino que se ligaban con unos hilos muy finos. Rematados por un lazo bien coqueto. Cuando la gente caminaba con "espardenyes" y llevaba sus pertenencias en un cesto en bandolera o un hatillo de ropa.

Las tiendas más modernas huelen a plásticos o directamente a difusor de perfume artificial. En cambio, las esparterías te llevan directamente a un campo. A una extensión de plantas. A un granero. A una alacena. A la cochería con el carro guardado. Al patio de la "possessió".

El esparto siempre fue un elemento estratégico en la antigüedad. Romanos y cartagineses se lo disputaban ferozmente. Y durante mucho tiempo la gente hacía grandes trayectos para su recolección. Aunque fuera en un islote desierto como S'Espardell.

Hoy parece algo exótico y anticuado, pero sigue manteniendo el atractivo de hace siglos. Sobre todo cuando se diversifica con otros productos como el palmito, el mimbre, la madera...

En realidad, el valor querencial de los objetos proviene de la huella humana. Cuanto más mecanización, más lejanos los sentimos. Más homologados y mudos. Por el contrario, en todo aquello que interviene la mano artesana queda un hálito, una presencia, que nos dice algo. Aunque no sepamos exactamente qué.

Y nos limitemos a aspirar profundamente el aroma de la espartería.

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