"Lo hacemos de corazón". Carmen Santonja y Javier Escribano son dos convencidos de que la solidaridad es clave para construir un mundo mejor. Movidos por su deseo de ayudar a las familias que más lo necesitan, sin contar con ninguna subvención y poniendo dinero de sus propios bolsillos, se lanzaron a la aventura de abrir Armario Solidario en Palma, para que a los más pequeños no les falte de nada.

"Somos un puente entre los que dan y los que reciben". En tan solo dos meses el local de General Riera, 128, ya les está quedando pequeño para la cantidad de ropa, libros y juguetes donados por la gente que quiere "aportar su granito". Trabajan en coordinación con trabajadoras sociales de diferentes centros que les derivan a las familias que buscan ayuda. Mediante una cita, y preservando la total privacidad de estas personas, tratan de proporcionarles lo que les hace falta, desde ropa, accesorios de bebé, carritos, cunas, pañales, biberones, juguetes o material escolar. "Todo siempre dentro de nuestras posibilidades y gracias a las donaciones de la gente", aclaran al tiempo que destacan el gran poder de las redes sociales, tanto como el boca a boca, para dar a conocer esta cadena humanitaria.

"La crisis todavía se siente". El desempleo y la precariedad laboral siguen siendo la causa de que muchos tengan que recurrir a este tipo de ayudas. "No solo hemos dado una mano a quienes están en paro, han venido padres y madres con sueldos de entre 800 y 1.000 euros que con tres hijos no pueden llegar a comprar muchas cosas básicas, por lo caro que está todo", comenta Santonja. Ella misma se encarga de seleccionar todo lo donado y de desechar lo que no está en condiciones, porque "pensamos que lo que no quieras para los tuyos no tienen por que recibirlo otros". Aceptan tallas de 0 a 18 años, pero cuando les dejan ropa de adultos la envían a la cárcel, ya que están enfocados solo en los niños.

LA SUERTE DE QUIENES PUEDEN COMPARTIR SU SUERTE

"Me faltan minutos en un día". Con un hijo de 11 años y trabajadora en un bingo, Santonja hace magia para administrar su tiempo y llevar al mismo tiempo este proyecto. En 2016, presidiendo Armario Solidario en Canalé, se quedó sin una nave que le cedían en el Polígono de Son Castelló y acudió a Javier Escribano para continuar con el trabajo de esta ONG. Entre los dos se pusieron manos a la obra y estuvieron unos ocho meses hasta dar con un local adecuado y un alquiler asumible. "Para concretarlo ella puso toda su paga extra", cuenta Escribano. Ahora mediante la ayuda de los socios van cubriendo los gastos. "Lo gestionamos de la manera más honrada que tenemos y que sabemos, no se compra ni vende nada, no se hacen mercadillos de ningún tipo, lo que necesitamos lo pedimos y nos llega a través de las personas", sostienen.

"Es todo un éxito, ojalá lo hubiera hecho antes". En tan poco tiempo haber logrado tanto es el fruto de la unión de "tantas personas solidarias", asegura Escribano que a través de su Fundación lleva varios años realizando proyectos para ayudar a niños en Bolivia, la India o Senegal, entre otros. El próximo 11 de agosto viajará al Congo para ver in situ qué puede aportar en el tercer país más pobre del mundo. "Me considero una persona con suerte y quiero compartir esa suerte con los demás", es la razón por la que este empresario de la construcción se implica en todas las acciones altruistas posibles, que al final tienen la mayor recompensa: "Todo se paga con las sonrisas y los abrazos de los niños, eso te carga las pilas para todo el año".