Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Sa Torreta

Nuestra place de l'Etoile

En París la llaman place de l'Etoile. Plaza de la estrella. Es una acertada descripción de su forma. Un círculo del que salen los destellos...

Un edificio vulgar en una plaza con un toque de distinción.

En París la llaman place de l'Etoile. Plaza de la estrella. Es una acertada descripción de su forma. Un círculo del que salen los destellos, que no son otra cosa que las calles que parten o desembocan, según se mire, de este núcleo caliente que concentra un tráfico incesante. Nuestra plaza estrellada tiene un nombre oficial: Cardenal Reig. Y otros populares: del Obelisco, si quieren parecer finos, o del Pirulí, entre los menos elegantes.

El nombre oficial resulta poco comprensible porque el príncipe de la Iglesia aludido era valenciano y su relación con Mallorca fue tangencial. La denominación irónica resulta evidente. En la capital francesa tienen su grandioso Arco del Triunfo en la rotonda central. Nosotros, una modesta ciudad de provincias, nos conformamos con este símbolo fálico, adecuado homenaje al Arxiduc Lluís Salvador de Austria, que en el momento de la inauguración fue piedra de escándalo a causa de los relieves de Jaume Mir con figuras desnudas.

Otra diferencia con la estrella parisina es que en ella confluyen doce vías de pomposo nombre y en la nuestra solo seis.

Los arquitectos que diseñan edificios en este tipo de plazas se enfrentan a problemas complejos. Los solares tienen forma de cono truncado y, además, su remate es ligeramente curvo. Nada que ver con los técnicos que se lanzan, lápiz en mano, a construir en una superficie cuadrada o rectangular.

Los inmuebles que dan a la plaza Cardenal Reig, del Obelisco o del Pirulí son dignos. Algunos en un discreto estilo regionalista. Otros inspirados en una barroca opulencia. Otros buscan la elegancia sin más adjetivos. Todos dignos. Salvo uno. La oveja negra de esta plaza. El que se encuentra empotrado entre las calles Arxiduc y Jafuda Cresques es un hijo bastardo del desarrollismo. Una sucesión de veinte ventanas en cinco pisos, todas iguales, sin un toque de distinción. Una mano de pintura ocre, a llenar la casa y a construir otra.

Es una lástima, porque en su conjunto la plaza es elegante y digna para competir a su escala con las de otros ensanches de las ciudades europeas.

Compartir el artículo

stats