Las cárceles son territorios proclives para el conflicto. Hacinamiento, presos problemáticos que no se avienen a razones porque no creen en la razón, algunos funcionarios dispuestos a corromperse... Es el caldo de cultivo propicio para que, periódicamente, se desaten motines.
Celda 211 es una película del director mallorquín Daniel Monzón que pudo inspirarse en uno de los múltiples motines que vivió la prisión palmesana en los años 80. La imagen de Torrelló que acompaña el artículo tiene estética de cine: un plano general con composición en diagonal; el funcionario trajeado que, subido a una escalera facilitada por los bomberos, negocia una salida con cuatro presos vestidos de cualquier forma; el escenario de marés degradado del anterior centro penitenciario.
La algarada tiene otros elementos peliculeros. Por ejemplo, la fecha en la que estalló, un 20 de enero de 1986. Es el día de San Sebastián, festivo en Palma, resaca de la revetla de la noche anterior. ¿Se ha descuidado la vigilancia? Sin duda se trata de un buen ingrediente para aderezar el guión.
¿Y los protagonistas? Cinco presos malos, muy malos. Tanto como el personaje de Malamadre que Luis Tosar bordaba en la película de Monzón. El cabecilla de los amotinados, con 25 años de edad ya sumaba condenas de 18 años y estancias en los mejores penales del país: Ocaña y el Puerto de Santa María. Su lugarteniente era otra joya: 21 años de condena por, entre otros delitos, intento de homicidio.
¿Y los buenos? En toda historia cinematográfica que se precie hay personajes que representan el bien frente al mal. El director de la prisión abrió el diálogo con los amotinados. El fiscal Ladislao Roig también medió en el conflicto. El jefe de la Brigada Regional de Policía Judicial, Gregorio García, es quien protagoniza la escena cumbre que acompaña este artículo.
¿Y cómo evolucionó la trama? Por fortuna sin los muertos que jalonan Celda 211. A las 24 horas, ateridos de frío, sin asalto, sin tiros, los presos se dejaron convencer por el policía y depusieron su actitud.
