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Sa Torreta

Historias de la nostalgia de Palma

Hoy, como todos los primeros viernes del mes de junio, nos reuniremos varias decenas de exalumnos del colegio La Salle de Palma...

El patio de La Salle, antes de los niños, ahora de los chorizos.

Hoy, como todos los primeros viernes del mes de junio, nos reuniremos varias decenas de exalumnos del colegio La Salle de Palma que finalizamos nuestros estudios de bachillerato en 1974.

Será como cualquier otro encuentro de antiguos alumnos. No importa el colegio. Pueden pertenecer a cualquier época... con la única condición de que hayan pasado unos 25 años desde que dejaron las aulas de secundaria para emprender nuevos caminos. Es el periodo mínimo para que la nostalgia se haga adulta.

Evocaremos a los hermanos. Como Tarsicio, el duro prefecto, exportero de Constancia, que en el antiguo campo de fútbol del Camí de Jesús aún nos sorprendía con su agilidad bajo los palos. Y de Jaime García, bondadoso y paciente como pocos. Y de Venancio, que nos descubrió la Filosofía.

Los antiguos profesores también serán protagonistas de la conversación. Como Busquets, con el que pasamos de las matemáticas de toda la vida a las modernas. O el sacerdote Juan Dalmau, con el que el latín se nos hacía algo más que cuesta arriba. O Bartolomé Cilimingras, que convertía la historia en un divertimento. O aquel otro, cuyo nombre me recordarán esta noche, que nos enseñó que la literatura no era memorizar nombres y fechas de autores, sino leer y comprender lo leído. Y abríamos El señor presidente de Miguel Ángel Asturias: "¡Alumbra lumbre de alumbre. Luzbel de piedralumbre, sobre la pobredumbre!".

Y era el patio de la fotografía. Donde ayer jugábamos al minibasket, o al voleibol, o al balonmano sin importarnos que cualquier caída nos arrancara unos centímetros de piel. El patio donde formábamos antes de entrar en clase. El mismo, lo que queda de él, por el que ahora desfilan delincuentes de toda ralea, desde la aristocracia a individuos de la más baja estofa, para que un juez decida su futuro.

Cenas como la de hoy, como las que reúnen a los del CIDE, o del Luis Vives, o del Instituto, deberían ser grabadas con las más modernas tecnologías. Con este material podría escribirse una detallada historia de la nostalgia de Palma.

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