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Sa Torreta

'Toros' en el polígon de Llevant

Tiempo ha había niños mallorquines que soñaban con ser toreros. Hoy las plazas de la isla ya no las llenan ni los turistas ni las entradas...

La fotografía fue tomada en los años 80 del siglo pasado. Torrelló

Tiempo ha había niños mallorquines que soñaban con ser toreros. Hoy las plazas de la isla ya no las llenan ni los turistas ni las entradas regaladas. Pero en los años 70 y 80 aún se mantenía la mitología en torno al espontáneo que, como el Cordobés, saltaba al ruedo, lograba que le dieran una oportunidad y casi de inmediato acumulaba fama y millones.

Por eso a los niños mallorquines les gustaba jugar a toreros... y a toros. La fotografía de Torrelló ha sido tomada en un ruedo del polígono Llevant mucho antes que se reconvirtiera en Nou Llevant. Una plaza sin arena y con tableta, así es como denominan los constructores al monótono pavimento omnipresente en la ciudad.

La escena muestra a un -con significado de unidad y no como artículo indeterminado- público que se muestra alborozado, quizás no tanto por la faena como por la presencia del fotógrafo. El diestro muestra maneras con la muleta: piernas bien plantadas, brazo izquierdo en alto y torso adelantado para girar mientras acompaña el recorrido del amigo al que ha tocado el peor papel de la representación. El niño-toro agacha la cabeza se humilla, sigue el engaño... Por fortuna, como si la nueva ley taurina balear ya estuviera en vigor, no recibirá divisa ni será picado ni banderilleado ni estocado hasta la muerte.

Dejaremos de lado la incongruencia de que el toro lleve en la mano derecha las banderillas sin puntas metálicas, que vaya usted al saber de donde han sacado.

Hace poco tiempo, el niño torero contactó con Torrelló después de ver la fotografía en internet. Se llama Miguel Martínez Caballero. No consta que finalmente el juego infantil se convirtiera en profesión adulta. En cualquier caso se trata de una actividad en camino de extinción. No tanto por la legislación, aparentemente absurda, que se dispone a aprobar el Parlament, pero que emana de la doctrina constitucional, como del rechazo y desinterés de la mayoría de los ciudadanos por un espectáculo que asqueaba a Víctor Hugo: "Torturar a un toro por placer, por diversión, más que torturar a un animal es torturar a una conciencia".

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