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Patrimonio

La Palma industrial: antes del turismo

Numerosos edificios perviven en la ciudad y son herencia de otra época, en que las fábricas era parte fundamental de la economía isleña

A principios de esta semana, la asociación ARCA alertaba de un gran cartel de neón instalado en una antigua chimenea de lo que fue la fábrica de leche condensada Ilma, en el Coll den Rabassa. Uno de los pocos testimonios de que Palma, décadas antes de la llegada del turismo de masas, vivía de la industria, con fábricas diseminadas por todo el municipio, desde el Coll den Rabassa a Son Sardina, que daban trabajo al 35% de la población activa, según señala Ramón Molina de Dios, profesor de Economía Aplicada de la UIB.

Molina destaca que "Palma, hasta los años 60 del siglo pasado era una ciudad con un tejido industrial bastante importante". Calzado, tejidos, manufacturas, curtidos, incluso química, con la Fertilizadora, formaban parte de esta actividad económica.

Sin embargo, como testigos de la historia, queda "muy poco" y mucho menos conservado o protegido. Así lo considera Aina Serrano, coordinadora de la Unidad del patrimonio historicoindustrial del Consell de Mallorca.

Pocos vestigios

De hecho, en Palma, lo único protegido por la ley de Patrimonio Histórico de las Illes Balears son los edificios del ferrocarril de la plaza España, destaca Serrano. "De lo que llegó a tener Palma, que era el principal centro industrial, quedan pocos vestigios", añade la experta del Consell.

La fábrica Can Ribas, rehabilitada en parte como un espacio de servicios sociales, y en proyecto un centro de artes escénicas, la fábrica de calzados Gorila, hoy propiedad de Sampol Ingeniería y Obras, las casas de los obreros (todo ello en el barrio de La Soledat), el centre Flassaders, la Petrolera en el Molinar, s´Escorxador y los edificios de SFM en plaza España son parte de ese patrimonio que sigue en pie, en distinto grado de conservación y catalogación.

Can Bibiloni, en la calle Aragó, Casa Buades, Can Roca, Maquinaria Agrícola Janer, la fábrica conocida como Las Sedas (donde hoy se erige la Escuela Oficial de Idiomas y de la que no queda ni rastro), la Fertilizadora, en Porto Pí... Entre los diferentes expertos y fuentes documentales consultados se configura una lista de industrias que hoy han desaparecido por completo.

La lista de ARCA

Desde ARCA, se ha pedido al Ayuntamiento de Palma la catalogación, con el fin de proteger, una serie de construcciones, recuerda Xavier Terrasa, miembro de esta asociación en defensa de los centros históricos. La chimenea del forn de guix des Coll d'en Rabassa, la chimenea de la ya mencionada fábrica Ilma, en la misma zona; el edificio Asai, en la plaza Porta de Santa Catalina, donde se ubicaba la fábrica de Licors Suau; el edificio de Calzados Salom o Gorila, situado entre las calles Fe, Randa y Punta de La Soledat; el puente ferroviario Palma-Llucmajor, trasladado sobre el torrente Gros (autopista de Llucmajor, salida El Molinar), y el Parc Mòbil de Marina, que era la antigua fábrica de Gomas Pons, en la calle Joan Crespí, aparecen en este listado.

El gran valor de la industria palmesana era su diversidad y capacidad de adaptación según las necesidades de cada época, destaca el profesor Molina. Como ejemplo, menciona que Casa Buades, una fábrica situada en la zona de Eusebio Estada y de más de 17.000 metros cuadrados, se dedicó a producir explosivos durante la Guerra Civil. Carles Manera, en su blog especializado en patrimonoio industrail, también recoge que "esta empresa fabricó todo tipo de utensilios de metalurgia ligera, hasta su cierre: objetos férricos que pasaban por armamento durante la guerra civil española, hasta materiales destinados al consumo doméstico, como griferías, con una elevada presencia en los mercados internacionales".

Era la época en que "coexistían grandes fábricas con pequeños y medianos centros productivos, labores domiciliarias, todo con gran poli-actividad de una fuerza laboral en la que el trabajo femenino e infantil estaban muy presentes", recoge Manera en una de sus publicaciones.

Desprecio por la historia

"Lo más preocupante es que el desprecio por el patrimonio industrial es un desprecio por la historia", afirma Molina. Cuando Palma vivía de sus fábricas, "el PIB superaba al de ahora, cuando no éramos una socieda turística, sino industrial", añade el experto en Economía Aplicada de la Universitat. Por ello, Molina critica de "falso y mentiroso" el discurso que situa la actividad turística como la revolución económica y social.

En este desprecio por la historia, Molina no carga contra las instituciones que no han sabido dar un uso adecuado a las antiguas fábricas y que durante mucho tiempo "solo se preocupaban de proteger iglesias y capillitas", también culpa a los empresarios que no han conservado su propia historia.

La presión urbanística modificó el paisaje urbano. En los años 50 y 60 del pasado siglo, desde la plaza España hasta la rambla, las avenidas estaban plagadas de almacenes, recuerda Ramón Molina. Como investigador, en muchas ocasiones le resulta más fácil encontrar información fuera de Mallorca que aquí sobre este pasado, lamenta.

Si un barrio destacó por aglutinar mucha actividad industrial y ser zona de obreros ese fue La Soledat. Maria del Mar Gaita, directora del Museo Krekovic, participó hace dos años en unas jornadas europeas sobre patrimonio industrial. No se considera una experta en la materia, pero tuvo la oportunidad de conocer de primera mano el testimonio de antiguos trabajadores. "Muchos me hablaban de una fábrica, Las Sedas, en la calle Aragó. Era enorme y mucha gente de la Soledat iba allí a trabajar". De aquello no queda nada, se derribó para emplazar allí la EOI, como recordaba Molina.

Gaita también considera que todo este patrimonio "se ha olvidado porque se ha perdido la memoria de que había todo esto". Aparte del Consell de Mallorca, algunas entidades, como Art-Xipèlag, que cuenta con un Observatori de la Cultura, o el Grup d'Amics de la Soledat de Foraporta, recopilan material sobre el patrimonio industrial de Palma, destaca Gaita.

Desde ARCA, Xavier Terrasa pone en duda que Can Ribas llegue a rehabilitarse por completo, aunque ese sería su deseo.

"En Santa Catalina había una industria de la que no queda nada", comenta Terrasa. De la lista de elementos que quieren que el Ayuntamiento catalogue para protegerlos, borraron hace un par de años Can Bibiloni, pero también habían solicitado su conservación. Si esta obra de Gaspar Bennàzar merecía conservarse o no generó debate en su momento. El Colegio de Arquitectos aseguraba que carecía de cualidades para ser un bien protegido, otros, como ARCA o Més, insistían en su valor. Hoy, en su lugar, se construye un bloque de pisos de lujo.

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