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Palma a Palma

Pensiones

Pensiones

E n los últimos años han surgido nuevos tipos de establecimientos hoteleros. Algunos de ellos, como los "hoteles boutique", ocupan viejos edificios del centro. Paseas por esa geografía urbana y te viene a la memoria un tipo de alojamiento que prácticamente ha desaparecido: las pensiones.

Las pensiones ocupaban la franja más baja de la oferta hostelera. Pero si por un lado eran baratas y simples, por el otro representaban una opción para mucha gente de pocos recursos. Recuerdo perfectamente a muchos de los que vivían regularmente en esas pensiones de mantel a cuadros y olor a potaje. Eran como una extraña familia. Agrupados en torno a los comedores con luz de 15 watios. Fumando en la ventana. Buscando algo de compañía en los bares cercanos.

Entrar en una de aquellas pensiones era como penetrar en una casa particular. La patrona cocinando al fondo, el calendario en la pared, la radio, los hombres solitarios hablando al fondo. Las horas podían ser largas, y el teléfono sonaba esporádicamente, con el sobresalto de todos los hospedados. Probablemente, esperaban que la llamada fuera para ellos.

Algunas de ellas tenían tele en el salón. Otras ni siquiera eso. Y por la noche se escuchaba sólo el crujido de las puertas, los pasos, algunos gritos, el bisbiseo de alguna pareja escondida.

Pintores, escritores, bohemios, familias sin recursos. Todos tenían el recurso de una pensión por unas pocas pesetas. Y no sólo el derecho a la habitación, sino también la posibilidad de verse en cierto modo amparado. Porque la pensión era una pequeña comunidad, con sus pequeñas diferencias y sus pequeñas solidaridades.

La burbuja inmobiliaria y el desmesurado aumento de la especulación han dado al traste con la vivienda barata. Han arrojado a las familias más pobres al abismo de la ocupación ilegal o la marginalidad más absoluta. Un panorama deshumanizado y cruel.

Que te hace volver la vista hacia aquellas pensiones cutres del pasado. Que al menos ofrecían un techo y una cama a los más necesitados.

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