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Casetes

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He leído con alborozo la noticia. ¡Vuelven los casetes! Uno había perdido la esperanza de recuperar esa antigua tecnología. Arrinconada hasta casi la extinción por lo digital. Porque, en la época en que nada ocupa un espacio físico y todo se mide en megas y en gigas, ¿cómo plantearse un sistema basado en carcasas de plástico y largas cintas?

Lo "vintage" ha logrado sacar del olvido muchos valores ya desfasados. Como los vinilos, que demuestran a estas alturas que tienen sus virtudes y que no tienen por qué sentirse acomplejados frente a los Cds. El vinilo se ha convertido en un objeto de culto, y no es extraño. Ya que contiene elementos de diseño muy notables. Sigue siendo agradable de manejar, de tocar, de guardar. Con los casetes no ocurre lo mismo. Resultan bastante más antipáticos de conservar. Esas cajitas de plástico, tan fácilmente rompibles. Esos amontonamientos de casetes siempre a punto de derrumbarse. Esas carátulas diminutas, de textos ilegibles. Hace falta un cierto esfuerzo para ver en ellos algo realmente artístico.

Pero cuando los has tratado durante años, como ocurre con la gente de mi generación que creció con ellos, te revelan sus pequeños secretos. ¿A quién no se le rompió una de esas cintas finísimas? Ello te obligaba a una complicada operación de cirugía. Creando un salto en el sonido que siempre reconocías.

O los rebobinados a dedo o con boli. Cuando el sistema no acababa de ir bien o la cinta se enroscaba de forma maligna, como la serpiente del Laocoonte. A pesar de su apariencia compacta, el casete tenía muchas debilidades. Conocerlas era también apreciarlo un poco más.

La música nos acompañó a todas partes gracias a él. A los inefables "walkman" de los inicios, tan toscos y pesados. Con sus auriculares de esponja. Sus estuches y accesorios. El casete sirvió también para nuestras primeras grabaciones, abandonando la complicada técnica de la cinta abierta. Y con los años, tienes parte de tu vida amontonada en cajas. En forma de casetes. Con canciones grabadas, notas, voces familiares, retazos de radio o televisión, cursos de inglés... Sin poderlo revisitar porque casi no hay reproductores.

La vuelta del casete tal vez le permita nuevas utilidades. Usos futuristas. Al fin y al cabo es mucho más tangible que esos aparatos de almacenaje invisible que nunca hemos acabado de entender.

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