En 1987, Maria Martorell y su novio Feliciano Franco eran dos adolescentes que iban a menudo al merendero de Minyones, más conocido como 'Ca na Brutes'. "Pedíamos dos bocadillos de boquerones y dos coca colas, y nos íbamos al Born a comerlos. ¡Felices!", rememora.

Hoy es ella la que se ha puesto tras la minibarra de ese local que apenas supera los 15 metros cuadrados, sumando el altillo, pero que es un fragmento de la historia de Palma que se cuenta en un grasiento papel de periódico y unas ligeras servilletas que servían para envolver los bocatas, y que eran apreciados por una clientela proletaria, estudiantil, de soldados que hacían la mili y adolescentes. Como la propia Maria y su novio, hoy marido.

"¡Si me llegan a decir que acabaría regentando el local no me lo hubiera creído! Jamás me lo hubiera imaginado", admite.

Ellos no dejaron de ir con los sucesivos cambios de propietarios lo largo de los años. Desde aquel matrimonio, en el que la mujer insultaba cada dos por tres al manso marido; a sus continuadores, Pedro Vaquero y su mujer Carmen Pérez, él trabajador en Spantax, al que seguiría, curiosamente, otro hombre de vuelos, Pedro Olivares, director de una compañía de handling y uno de los afectados por el ERE de Spanair, hasta Javier Pujol, que estuvo nueve meses en el escueto merendero, y ahora ella. Maria lleva tres meses al frente. Al negocio le ha dado un baño en toda regla, con ligeras mejoras.

Y, sobre todo, se ha puesto al día. ´Ca na Brutes´ se anuncia en redes sociales. "Tenemos web, estamos en facebook y twitter y para evitar colas, los encargos se pueden hacer por whatsApp. ¡Son mis hijos los que se implican y me ayudan en esto", cuenta Maria.

A sus 49 años, se encontró sin trabajo. Durante seis años estuvo en una escuela con niños con problemas como auxiliar técnica. "¡Me encantan los niños!", afirma. Solo que acabó en el paro.

Asume que son muchos los bocadillos y llonguets que tendrá que despachar para liquidar el alquiler y el coste de material. Ha pedido un préstamo al banco. "Nuestros tres hijos ya están encauzados, pero nunca sabes qué puede pasar. Ellos se podrán hacer cargo si las cosas viniesen mal dadas. Nunca nos habíamos arriesgado en nada, y al ver el letrero del traspaso, pensamos, ¿Y si nos tiramos a la piscina? Y aquí estoy".

Buena situación

El local está en la esquina entre Paraires y Minyones, al lado de la milla de oro de Palma, el paseo del Born. "Ahora hay más competencia, pero en tres meses, ya hay clientela que repite. Muchos incluso son clientes de siempre", agradece la actual propietaria.

Algún turista acude al merendero. El más solicitado es el llonguet de caballa, atún, boquerones y de sobrasada. Mantienen las costumbres, el pan es del Forn de la Pau, aunque han variado los embutidos y quesos.

En uno de los estantes, hay un San Pancracio. "¡Es cosa de mi madrina!", ríe. El santo que suele acompañar los negocios como amuleto está bendecido por el párroco de Santa Cruz. Parece que funciona. Maria está contenta pese a las siete horas que pasa en 16 metros cuadrados.