Los molinos necesitan la fuerza del viento para funcionar, aunque también aspas, palas, un eje, una cola y una bomba de extracción, entre otros elementos que están desapareciendo en la mayoría de los del Pla de Sant Jordi. La que fuera la postal turística de la isla durante décadas y es la primera imagen que ven quienes llegan en avión está abandonada. Hay en esta zona de Palma alrededor de 650 molinos de viento utilizados antaño para la extracción de agua, pero la gran mayoría ha perdido su funcionalidad, como lamenta la asociación especializada Amics dels Molins, que los ha localizado y catalogado en fichas según su estado de conservación.

No obstante, los vecinos del Pla cuyas fincas agrícolas cuentan con estos elementos etnológicos, protegidos como Bien de Interés Cultural (BIC), recibirán un soplo de aire por parte del Consell de Mallorca para volver a poner en marcha sus molinos. El Plan de Gestión del Patrimonio se marca como prioridad rehabilitarlos. Para ello, la dirección insular de Patrimonio "subvencionará el 100% de las obras de restauración, aunque no será únicamente una recuperación estética, ya que el objetivo es intervenir con el fin de devolverles su funcionalidad, la extracción de agua", en palabras de la responsable política de este departamento, Kika Coll.

Prevén presentar el programa después de las fiestas de Semana Santa, cuando esté listo el pliego de condiciones, donde "se dará mayor valor a la recuperación de las tipologías más antiguas y que conserven la mayor parte de los elementos originales", entre otros criterios, según añade la directora insular. La finalidad es "incentivar que la agricultura y la ganadería vuelvan al Pla de Sant Jordi". Los propietarios interesados deberán presentar un proyecto de reforma y ser ellos quienes contraten a los expertos molineros, carpinteros, herreros y demás profesionales necesarios para que las 18 palas de los molinos de viento típicos de la isla empiecen a moverse.

Medio millón en un año

Kika Coll espera que las obras se inicien como máximo el último trimestre de este año y, para el próximo, Patrimonio cuenta con un presupuesto de medio millón de euros. Los particulares a los que aprueben la subvención por reunir los requisitos necesarios tendrán que avanzar el dinero, que variará mucho dependiendo del estado de su molino, aunque a todos ellos se les retornará el 100% de lo invertido.

Para Amics dels Molins, lo ideal sería "dar prioridad a aquellos que puedan ser funcionales, los que están en las fincas donde se cultiva y les es beneficioso extraer agua con el molino", como afirma el presidente de esta asociación, José Pascual. "Los molinos son como el cuerpo humano, si no se usan, se degradan", compara. Por lo tanto, "si no restauran los que puedan tener una utilidad, en unos años estarán deteriorados de nuevo".

Abandono paulatino

El abandono paulatino de estos valiosos elementos etnológicos empezó en los años 90, época en la que se unió la construcción de la depuradora de Sant Jordi con la crisis láctea, agrícola y ganadera, enumera Toni Bestard, oriundo de s'Aranjassa. Sus tíos, Antònia Seguí y Rafel Barceló, continúan cultivando forraje y alfalfa en su finca del camí de s'Hostal, aunque la mayoría de vecinos ha dejado la agricultura y ya no mantienen sus molinos. Recuerdan que hace alrededor de dos décadas que el Consell ofreció por última vez subvenciones para restaurarlos, por lo que "si no hay incentivos y los vas abandonando, cuando quieres recuperarlos, tienes que empezar de cero y no lo haces", alega Bestard.

Por este motivo, él animó a sus tíos tras enterarse de que había un anterior programa de la institución insular para rehabilitarlos en el marco de la Ruta de los Molinos de la Eurorregión. "En este caso, ellos ponían la mano de obra y la propiedad pagaba el material", destaca el sobrino. "Mi marido siempre los había conservado bien -relata Seguí sobre los dos molinos que tienen-. Se subía por un tablón para ponerles aceite y grasa, pero después enfermó y contratamos a Miquel, del taller es Moliner. Venía tres veces al año, subía y lo arreglaba". Sin embargo, con la pensión de jubilación que cobran y el cada vez menor uso que les daban para extraer agua, tienen claro que "si no hubiese existido esta ayuda, no hubieran arreglado los molinos. Y es una pena, porque es propiedad de la familia, heredada del abuelo de mi tío, y siempre habían estado en funcionamiento", afirma el joven mientras su tía asiente. En cada uno, han tenido que gastar unos 4.000 euros. "Si los nuestros, que están más o menos bien, cuestan eso, sin contar la mano de obra, imagínate los que tienen la torre derruida o llevan muchos años abandonados", advierte Bestard sobre los costes de esta clase de rehabilitaciones.

Oficios artesanales

Un cambio sustancial en el nuevo programa de restauraciones es que "serán trabajadores externos quienes se encarguen de ello y desde el Consell se otorgarán las subvenciones aprobadas", explica la directora insular de Patrimonio. "Queremos que los talleres de molineros y demás profesionales no se vean perjudicados, debido a que hay que proteger los oficios artesanales", argumenta. Con el programa de la Eurorregión, la mano de obra proporcionada por la institución insular disgustó a los responsables de dichos talleres, ya que temían perder el escaso trabajo que les queda.

El Consell ha querido centrarse en el Pla de Sant Jordi "por el valor añadido de ser un conjunto de molinos en una zona localizada de la isla, no un elemento aislado en diferentes pueblos. Cuando funcionaban todos, seguramente era el parque eólico más grande del mundo", destaca Kika Coll. No obstante, el Plan de Gestión del Patrimonio también contempla ayudas para la recuperación de elementos etnológicos en otros lugares de la isla y la ciudad, como por ejemplo el Molinar.

Este barrio de Palma debe su nombre a los molinos harineros que había en primera línea -aún quedan algunos en el Portitxol-. Sin embargo, cuenta además con molinos de agua, como el de la finca de Joaquina Jaume, situada en el camino de Can Viquet. Es la única que todavía se dedica a la ganadería -tiene casi 70 vacas- en una zona muy cotizada y donde las construcciones le han quitado las vistas desde la antigua casa de sus abuelos. "Todo eran fincas y huertos, por lo que de niña veía el mar", recuerda. El molino dejó de funcionar en aquella época, ya que "primero se rompió una pieza del engranaje y después las velas" -antes las palas eran de tela-. Al principio, lo reparaban, aunque después optaron por introducir un motor en el interior para sacar agua y regar la alfalfa. "Volver a poner el molino en marcha nos encantaría, porque sería un gran ahorro de electricidad y es parte de la tradición de la finca", destaca la dueña. Además, las pasadas inundaciones dejaron la zona anegada, por lo que tener otra vez el molino permitiría secar la tierra sin problemas". No sabe si podrá sumarse a la futura subvención, aunque lo intentará. "Tendrían que ser prioritarias las fincas que todavía viven de la agricultura y la ganadería, porque somos las que realmente lo necesitamos", como concluye en la misma línea que el presidente de Amics dels Molins.

Las ventajas del Pla

"La extracción de agua mediante un molino de viento es pausada y eso hace que no se dañe el nivel freático", explica José Pascual. De ahí la importancia de que siga existiendo este tipo de impulso en áreas agrícolas. Además, resume los dos motivos por los que el Pla es idóneo para los molinos: "Es una zona baja en la que sopla el embat. Ahí es más fuerte, regular y puntual. Y en verano es cuando hay más embat, la época en la que se cultivan más productos hortícolas y se riega mucho más". La otra ventaja es que "el agua está a un nivel freático más elevado y es más fácil de sacar".

En el siglo XVIII, el ingeniero holandés Paul Bouvy llegó al Pla de Sant Jordi para introducir y adaptar los molinos de su país a esta isla mediterránea, y ahora sus conocimientos serían necesarios de nuevo para intentar que no se pierda todo su legado.