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Opinión

Actas

Alan Turing tuvo una idea y nuestro mundo cambió. En realidad tuvo muchas ideas, por supuesto, pero la de la máquina que lleva su nombre fue la que dio paso, como por arte de birlibirloque, a lo que hoy es trivial: la capacidad de transformar casi cualquier cosa en un rosario de ceros y unos para ser recreada luego en la pantalla de una computadora. O en el espacio de tres dimensiones, si pensamos en las impresoras capaces de generar objetos con volumen.

Fue el matemático de mayor talento de las últimas generaciones quien enunció el principio de que cualquier artefacto imaginable puede ser emulado por lo que llamó "Máquina de Turing", sin más que dotar a ese artilugio intuitivo y simple de la cadena de instrucciones acerca de cómo actuar. La formulación elegante de Turing daría paso tanto a los aparatos destinados a descodificar el código militar alemán de las máquinas Enigma como a la primera computadora digna de tal nombre que existió, Eniac. El cine está haciendo una justicia más bien tardía tanto a Turing como a las mujeres que fueron las primeras programadoras de la historia.

Hoy las computadoras son unos objetos de uso doméstico que nos permiten, como intuyó Turing, hacer casi cualquier cosa, desde archivar y ver películas y fotos a escribir columnas como ésta. El proceso que traslada cualquier algoritmo a la sucesión de ceros y unos se conoce como digitalización y, gracias a ella, Ajuntament de Palma, con la ayuda de la Universitat de les Illes Balears, computó primero y pone ahora en manos de la ciudadanía las actas municipales de los plenos correspondientes a los 101 años que van desde 1836 a 1936.

La digitalización de esos documentos nos brinda la posibilidad de acceder a lo que es la crónica detallada de la vida de Ciutat durante un siglo, desde los problemas que preocupaban al consistorio a medida que Palma iba creciendo y extendiéndose, a los dramas que se sucedieron hasta alcanzar el inicio de la Guerra Civil y el encarcelamiento del alcalde Emili Darder, quien sería después, como se sabe, ejecutado. Colgar de la web del Ajuntament tales actas permite, pues, bucear en nuestro día a día municipal tanto en busca de anécdotas como con el propósito mucho más serio de reconstruir la Historia misma de Palma y de sus ciudadanos.

Cabe pensar que nuestras autoridades municipales entienden el alcance de esa apertura bien digna de aplauso de las crónicas oficiales de los plenos, en particular por lo que se refiere a sus protagonistas. El siguiente cuarto de siglo nos trasladará, cuando sea digitalizado, a los prolegómenos de la Palma turística. Cincuenta años más y estaremos casi en el día de hoy, con detalle de lo que se ha discutido y decidido en los plenos municipales.

Bien es verdad que no toda la realidad de Ciutat se traslada a las actas y que interpretar lo que se escribe „en particular cómo se escribe„ es todo un arte. Pero esa traducción del principio de Turing al acceso a los documentos del consistorio abre una vía en la que los alcaldes, los tenientes de alcalde y los concejales se van a ver retratados y a disposición de las generaciones siguientes. Aunque por esa vía no se arregle ningún disparate de los que se cometen a menudo desde Cort, tampoco caerá en el olvido, al menos, quiénes son sus responsables.

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