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Palma a palma

La bandurria

La bandurria

Para comprender la categoría de lo sagrado los antropólogos deberían recurrir a los recuerdos. Difícilmente encontrarías algo tan cercano a lo trascendente, lo mágico, lo sobrenatural, como son los objetos cargados de memoria. Sobre todo cuando hacen referencia a la infancia. Para sentir lo que significa el Arca de la Alianza, la Piedra Negra de la Meca, las imágenes medievales, lo mejor es recurrir a tu vivencia de lo sagrado.

Hace poco recuperé un objeto de esa categoría. Cuando era niño, veía a mi tía tocar una bandurria. No recuerdo bien si ella sabía interpretar muchas cosas con ella. Pero me fascinaba enormemente el poder de aquel instrumento rechoncho, con pares de cuerdas y clavijas toscas. Chillón y poderoso, que obraba el milagro de la música en tus propias manos.

La bandurria de mi tía se convirtió en un objeto de veneración. Hasta el punto que, cuando tuve ya unos nueve años, conseguí mi primera guitarra pensando en ella. Iniciando así una relación discreta, pero duradera, con ese instrumento de cuerda.

Con el paso de los años, mi tía murió. Y nunca supe de aquella bandurria hasta que, hace muy poco, mi primo la encontró guardada encima de un armario. Como sabía de mi querencia por ella, me la trajo envuelta en una bolsa.

El momento de extraer el instrumento fue como una experiencia numinosa. De repente, allí estaba de nuevo la madera. Las cuerdas ya muy viejas y oxidadas. Las clavijas. Con golpes, polvo, algún remiendo. Pero daba igual, de repente la bandurria adquirió todo aquel poder del pasado. Y el volverla a tener en mis manos significó una especie de sacramento. Una consolidación de tantas cosas perdidas e informulables. Una vuelta a un estrato intemporal de la existencia.

Probablemente somos injustos con muchas cosas viejas. Las apartamos de nuestra vida con demasiada facilidad. Creemos que la inutilidad práctica es el único criterio. Pero nos equivocamos. Porque el pasado siempre otorga un valor sacramental a las cosas importantes. Y cuando ello ocurre, esas cosas antiguas también nos cambian. Nos enseñan cosas. Aunque sea una desvencijada bandurria.

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