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Sa Torreta

Los taxistas ganan el pulso

Los taxistas conquistaron tierra de autocares. Torrelló

Taxis y aeropuerto. Son Sant Joan supone una tajada importante en los ingresos de los taxistas. Razón poderosa para defender su posición con uñas y dientes. Las líneas de autocar directas con los destinos turísticos más potentes de la isla suponen la última partida sobre un tablero de intereses cruzados. Pero no es la primera ni será la última.

En la prehistoria periodística se enfrentaron conductores de la Part forana y de Palma. Algún vehículo ardió de manos de inquisidores modernos. La lucha contra los alquileres de vehículos con conductor derramó ríos de tinta. Los piratas siguen en el punto de mira de los profesionales del volante. Por no hablar de otras polémicas como la que llevó a Fageda a suprimir los tradicionales colores crema y negro de los vehículos.

La foto de Torrelló que acompaña este artículo ilustra uno de los episodios más divertidos del pulso entre taxistas y autocares. El 15 de abril de 1997, el nuevo edificio terminal de Son Sant Joan abrió sus puertas a los pasajeros. Fue un proceso largo de trabajo de arquitectos e ingenieros. Durante años se prepararon rutas interiores para pasajeros, recorridos de maletas, accesos a vehículos... Y parada de taxis.

La teoría preveía que después de facturar sus equipajes, los viajeros siguieran en línea recta por detrás de los mostradores. Jamás he visto a nadie tomar esta ruta. Los planificadores ubicaron la parada de taxis en el gran patio central, en paralelo al aparcamiento.

A los taxistas no les complacía el lugar elegido. Querían estar más cerca de la salida del nuevo edificio. Sin embargo, no presentaron una batalla frontal. Elaboraron su estrategia de forma sigilosa y astuta. Llegó el día del estreno y, sin que los responsables de Son Sant Joan tuvieran tiempo de quitarse las legañas, un centenar de taxis ocupó uno de los segmentos del aparcamiento destinado a los autocares. La que está saliendo de la terminal a mano derecha. La que siguen ocupando veinte años después.

Quizás Marc Pons crea que se ha dicho la última palabra en el asunto de las líneas de autobús del aeropuerto. Yo no estaría tan seguro.

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