"¿Por qué la violencia que ejercen sobre las prostitutas no es igual que la violencia que sufre una mujer en su casa?". La pregunta de Elena, una mujer rumana, víctima de trata, hace tambalear los cimientos de una sociedad "hipócrita", según ella, que ha ejercido la prostitución desde que pisó Mallorca en 2005. Tenía 18 años. "Llegué a Palma a las 12 y a las 20 horas ya estaba prostituyéndome". Hace tres años "dejé la calle". A finales de 2015 empezó de cero. Hoy trabaja y, en sus ratos libres, ayuda a otras prostitutas. "Se puede salir de este calvario", asegura. En Palma, 2.000 mujeres ejercen la prostitución, según datos de 2015 aportados por la XADPEP (Xarxa de atenció directa a persones que exerceicen la prostitución a Palma). Elena entró en esas estadísticas frías. Son números. Detrás de ellos, historias muy oscuras. Pozos de los que muy pocas mujeres salen. Ella es una de ellas. Alza su voz y se declara abolicionista: "Si el Estado legaliza la prostitución, se convierte en proxeneta".

-¿Por qué no está de acuerdo en legalizar la prostitución?

-¿Cómo se va a legalizar una anomalía? Lo primero de todo es aclarar que la prostitución no es un trabajo, es una violación que ejercen los prostituidores, hombres en su mayoría, hacia las mujeres, aunque también hay prostitutos. Estoy en contra que nos llamen trabajadoras sexuales. ¡Una chica no se levanta y decide 'voy a trabajar de puta'! ¿Cómo es posible que en la Europa del siglo XXI se tolere que una mujer tenga que vender su cuerpo para poder comer? Es una anomalía que, sin embargo, la sociedad ha asumido como un hecho normal.

-Hay colectivos de prostitutas muy empoderadas que, contrariamente a lo que dice usted, están a favor de la legalización.

-He debatido mucho con ellas . Para llegar a decir: soy puta y tengo mis derechos, tienes que haber trabajado muchos años. A la mayoría de prostitutas se les olvida el calvario; muchas de ellas no tienen papeles, desconocen sus derechos, viven en un estado de permanente temor. Con la legalización no ha disminuido la prostitución, al contrario. Alemania es un ejemplo claro, que conozco porque estuve allí. Fue el infierno. Al principio, yo también era partidaria de legalizarla pero cuando salía para ir a manifestaciones contra la violencia de género, pensé: ¿Y lo nuestro, acaso no es violencia de género? ¿Cómo es posible que se permita que pase esto con las mujeres? ¿Por qué lo tolera la sociedad?"Si no hay demanda, no hay oferta. Los prostituidores no son clientes porque yo no soy un objeto de consumo"

-¿Responsabiliza a los clientes?

-No les llames clientes. Yo les llamo prostituidores. No soy un objeto de consumo. Si no hay demanda, no hay oferta. Para mí la prostitución es la permisividad de que haya violaciones pagadas.

-Usted ha ejercido en la calle y en clubes, y también en pisos. ¿Dónde se sintió más vulnerable?

-La calle es muy dura pero al menos te ven. En los pisos la impunidad es enorme. Yo viví la época en que colocaron conos en las Avenidas para disuadir a los prostituidores. Nos daba igual la prohibición porque corríamos detrás de los coches. No nos hacía gracia jugar con la Policía pero la presión del proxeneta era peor. La policía se metía con nosotras, jamás con ellos.

-Detrás de cada prostituta hay un proxeneta, imagino.

-Suele ser así, sobre todo si eres víctima de trata. Después están las madames del club, que también rinden cuentas a los proxenetas. Después de años, me libré.

-¿Ejerció por libre?

-Una prostituta nunca ejerce libremente. Esa es mi opinión. Hubo un tiempo en que al dejar la calle e irme a un bar creí que ejercía libremente. Después entendí que mientras pagan por mí, no soy libre. Creo que el sistema que propicia que siga existiendo la prostitución es el gran macarra.

-¿Somos todos responsables?

-En cierto modo. Desde el momento que se ve como algo normal que se acuda a prostitutas en despedidas de solteros, o que unos padres le regalen a su hijo autista por su mayoría de edad el estar con una prostituta, como me ocurrió a mí; que un hombre se te ponga encima y te vea llorando y siga así, sin piedad, diciéndote que eres basura, que eres suya porque ha pagado por ti, o que se quiten el preservativo, o esos señores de sesenta años con aspecto de persona honrada que luego se van a comprar el pan, o van a misa, pero va de putas. Y tantas otras anomalías que se quieren normalizar. Ya no entro en el lado más negro de la prostitución: violencia física y psíquica, amenazas de muerte, temor, soledad. ¿Por qué nadie habla de los prostituidores que prefieren llamar clientes? Rotundamente, la sociedad mira hacia otro lado.

-¿Confía en los hombres?

-Sí. Ahora tengo pareja, lo sabe, y me apoya y respeta. Esta lucha debe haber merecido la pena. He aprendido a confiar. Sé que es difícil, pero necesito confiar en que algo cambiará.

"Si las mujeres queremos igualdad, no podemos admitir que haya prostitución porque también es violencia

de género"

-Usted ha salido. ¿Tuvo ayuda?

-Ha sido un camino muy largo. Me ayudaron desde Médicos del Mundo y el Casal Petit. Me empoderé como ciudadana. Luché por mis derechos porque a las mujeres como yo no nos ven como personas. Hice infinidad de cursos para formarme y tener una profesión pero no me servían para encontrar trabajo. Durante tres años fui ilegal. Luego cuando Rumanía entró en la Unión Europea, los conseguí. Intenté trabajar en un bar con la idea de trabajar media jornada, pero me hacían trabajar 12 y 13 horas por un sueldo de miseria que no me daba para vivir. Tuve que volver a la prostitución. Fui tomando conciencia de mis derechos, y aunque tardé en salir, lo conseguí.

-¿Cómo fue su relación con la Policía, tanto local como Nacional?

-Hay de todo. Mientras algunos nos tratan como basura, otros al menos tratan de escucharnos, pero suelen proteger al prostituidor, o 'cliente'.

-¿Cómo eran sus clientes?

-Uf, pues de todo, políticos, jueces, empresarios, jóvenes, viejos... El alcohol me ayudó a soportar tantas cosas... (El llanto interrumpe la conversación.

-¿Celebró el 8 de marzo, Día de la Mujer?

-Sí, me fui a ver a algunas de mis ex compañeras y les llevé una rosa, dándoles ánimos. Los prostituidores te quitan la identidad. A mí me ha costado mucho transformarme en quién soy ahora. Muchas prostitutas no denuncian la violencia de género que sufren porque ni asimilan que lo sean; tampoco policía, jueces, la sociedad entera. Pero tengo fe en que cambiará. Tengo fe, y no me voy a callar hasta que cambie algo. Si las mujeres queremos igualdad, no podemos admitir que haya prostitutas.