En 1691 hubo cuatro autos de fe. Caterina Tarongí y Tarongí fue una de las 37 personas condenadas a muerte por el Santo Oficio. La Inquisición la mandó quemar viva por ser judía. Era un 6 de mayo. Un día fatídico para la comunidad judía. La actual plaza Gomila se llenó con 30.000 personas que asistieron a un dantesco episodio en el que catorce personas condenadas a ser quemadas, once tras recibir un mortal garrotazo y los otros tres que fueron quemados vivos: Caterina Tarongí, su hermano Rafel y el rabino Rafel Valls. Muy pronto se la recordará en el barrio de La Vileta, donde se le dedicará una calle.

La comisión de Toponimia, dentro del programa de Cultura Judía, fue quien propuso este homenaje "a una mujer que no quiso dejar su fe nunca y que mantuvo sus creencias hasta la muerte".

Desde el departamento de Cultura no se ha precisado qué calle en concreto se dedicará a la mujer asesinada por la Inquisición ni cuándo. El hecho de ser mujer también ha tenido importancia en una ciudad en que son escasas las calles que rinden tributo a una fémina.

Ya en 2011, el Govern Balear, en aquel momento con Francesc Antich en la presidencia, celebró un acto en recuerdo del fatídico suceso. El 5 de mayo se recibió al rabino Nissan ben Avraham, descendiente de la familia Tarongí, y al rabino José Wallis, en el Consolat de la Mar en un acto en honor a las víctimas de la Inquisición española.

El año 1691

El Santo Oficio celebró en mayo de 1691 cuatro autos de fe, en los que 37 criptojudíos mallorquines fueron sentenciados a muerte. La corte inquisidora balear procesó a 82 personas: el 7 de marzo, 21 conversos fueron condenados a castigos leves; el 1 de mayo, 21 prisioneros fueron ejecutados de un garrotazo y después fueron quemados. El 6 de mayo fue especialmente dramático. Ese día la familia Tarongí perdería a cuatro de sus integrantes, los hermanos Rafel, Margalida, Isabel y Caterina, que pronto irá a 'vivir' a La Vileta.

Cuentan que la belleza de esta víctima impresionó a los inquisidores, que abominaron de lo que para ellos fue una actitud desafiante al no querer renegar de su fe. Atribuyeron al diablo su tozudez y su belleza.

En este sentido, las palabras que dedicó el jesuita Francesc Garau en su libro La fe triunfante son escalofriantes. Describen el odio irracional del que la Inquisición hizo gala en una de las etapas más oscuras de la Iglesia Católica.

"¿Lastrosa familia?"

"Este era hermano de Catalina Tarongí, que murió también pertinaz, sin más porque aún aparente, que su propia rabia y furor, pues cuando preguntando yo en qué creía, o en qué se apartaba de la fe católica, o en qué consistía ser judía, dijo, que solo sabía que era judía y que lo quería ser. Había estado hasta la notificación de la muerte como arrepentida, mas luego se le revistió, o se le descubrió el demonio que abrigaba en el corazón, sin que pudiere valer algo lo mucho que hicieron con ella para reducirla cuantos probaron la mano, ni la continua asistencia del doctor Onofre Morrellas... cuyo celo y piedad no perdió ocasión, ni omitió medio, que pudiese conducir para salvarla... De manera que de seis hermanos (¿lastrosa Familia?) que salieron en este Auto, los dos murieron abrasados vivos para arder para siempre en el infierno, los otros dos en estatua para agüero de su eterna perdición si no se enmiendan y las otras dos murieron arrepentidas y con esperanzas de Cielo".

Caterina tarongí y Tarongí nació en Palma en 1646. Hija de Rafel Josep 'Felós' Tarongí y de Francina Tarongí, se casó con Guillem Morro 'Fès' Tarongí. De los siete hijos habidos, cinco fueron asesinados por la Inquisición por ser judíos.