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Palma a Palma

El recurso a Cabrera

El recurso a Cabrera

Santiago Rusiñol hizo célebre una frase: "Aquello que está más lejos es Cap Enderrocat. Y lo que no se ve es Cabrera". Con ello formulaba la teoría de la invisibilidad del subarchipiélago. Más de una vez se ha copiado su descripción, como queriendo indicar que nunca asoma Cabrera por el horizonte de Palma. Lo cual es incorrecto. Cabrera se divisa muy bien desde varios lugares ciudadanos y de su bahía.

Naturalmente que no es la imagen que uno tiene cuando desciende por la carretera hacia la costa de Migjorn, y Cabrera aparece como un decorado al fondo. Tan perfilada, con sus montañitas y sus islotes. Siempre con el aspecto de una Isla del Tesoro. Entre geográfica y fantástica.

Desde la bahía de Palma, Cabrera surge más lejana. A veces se enbruma con las nubes bajas, se oculta como si no quisiera enseñarse. Pero en la mayoría de los días, la ves perfectamente. Como ocurre por ejemplo en la carretera que lleva de Calvià a Palmanova.

Esa Cabrera lejana produce un efecto muy especial. Sobre todo cuando reconoces los detalles de su orografía. Adivinar a lo lejos la altura del Picamosques o de la península de Enciola une dos mundos tan distintos que parece imposible. Estás en la isla grande, con gente, ruido, tráfico. En cambio, a lo lejos el faro de Enciola parpadea solitario. Sumido en una soledad tan enorme que cuesta de imaginar. Sin más ruidos que el viento, las gaviotas, las olas rompiendo en las rocas. Es como unir la prehistoria con el siglo XXI en un solo momento.

Por eso, todos los urbanitas debería utilizar el "recurso Cabrera". Cuando los problemas cotidianos te abruman, no puedes aparcar, te sientes agobiado por la estrechez del piso, te molestan los vecinos, no tienes dinero, te llaman para hacerte ofertas telefónicas... Cuando te sobreviene la crisis de la civilización, deberías buscar un lugar para ver Cabrera. Por ejemplo, el castillo de Bellver.

Entonces, al divisar su silueta extendida y flotante sobre el mar, respirar hondo. Imaginar la costa desierta, los cantiles, los arrecifes, las cuevas marinas, el pálpito de un paisaje que no ha cambiado desde la antigüedad. Gracias a esa imaginación, enseguida Cabrera realiza su ensalmo. Despierta recuerdos, fabulaciones, imágenes salutíferas. Es como si la visitases por sus minutos y en secreto. Te llena el alma como un vaho de eucalipto.

Luego vuelves a la civilización mucho más confortado.

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