Al fuego, agua. A las llamas que encendieron los foguerons la jornada previa, le siguió agua nieve al santo. Con todo hubo tregua y los animales fueron bendecidos por sant Antoni. La historia le ha hecho protector de la ganadería porque se cuenta que entre los animales y las plantas encontró la paz. Perros, gatos, ratones, tortugas, incluso un cordero lechal convirtieron el centro de Palma en un arca de Noé. Las beneïdes fueron menos concurridas que otros años. El frío tuvo la culpa.

A paso ágil se acercó Pilar Barceló con su terranova Hobbo, que significa vagabundo, y que viven juntos desde hace tres años. "Lo traje desde el principio porque me gusta ver animales. De hecho, tengo dos chihuahuas", contó.

Muy cerca de ella, entre las primeras que se acercaron a la explanada de la Catedral, Dagmar Kestling y su marido Manfred. La pareja alemana pasa parte del año en Santa Ponça, y pese a llevar 16 años alternando su vida entre la isla y Alemania, no habían asistido a ninguna bendición de mascotas. La suya es Aramis, que al menor descuido se te abalanzaba para darte un lametón.

Los cruceristas que iban a ver piedras bendecidas se toparon con los amigos de los animales más madrugadores que vieron como el atisbo de agua nieve quedaba reducido a un intento.

La procesión salió a su hora. Precedida la comitiva por el tamborils de la sala y por la banda municipal alcanzaron Cort a zancadas. El ritmo de las bendiciones no dio respiro.