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Comercios centenarios

La resistencia de Ca Donya Àngela

Son "muchos" los inversores que quieren hacerse con la mercería más antigua de la ciudad y que sigue en manos de la misma familia, los Aguiló, desde 1685; por el momento no tienen intención de vender ni alquilar

Aguiló Pujades, en el interior de la mercería, muestra la foto del bisabuelo, Ramon Aguiló, junto a sus dos nietos, Ramon, padre del que fuera alcalde de Palma, Ramon Aguiló, y Pep, padre de Miquel. Detrás, de luto, Ángela, abuela del que regenta el negocio. G. Bosch

Àngela es la tentación de Jaume II. La mercería tres veces centenaria ha recibido "no una ni dos, sino muchas ofertas"; la última de ellas, la de una conocida heladería italiana que está haciéndose con muchas de las esquinas del centro de Palma. Ca Donya Àngela, que así se puede leer en su toldo, es el ejemplo de la resistencia de una familia que no tiene intención de echar el cierre. Al menos, no por el momento.

"No me acabo de creer que acaben por pagarme lo que me ofrecen. Además somos siete hermanos y, curiosamente, hay unanimidad de seguir manteniéndolo. Todos le tienen el mismo cariño que yo", asegura Miquel Aguiló. Él junto a su mujer Esther atiende la venta de hilos, botones, agujas, pañuelos de algodón y la pasamanería propia de una mercería que se ha quedado sola en el barrio. De las nueve, solo queda Àngela.

"Creo que a excepción del Forn de la Glòria, somos el comercio más antiguo de Palma. La ciudad se está volviendo muy sosa, todo es lo mismo, idénticas tiendas, las franquicias, con una decoración igual", apunta.

Da una nueva puntada al tapiz que dibuja la característica de las ciudades del siglo XXI: la uniformidad. "Muchos vienen y me piden, ´por favor, no cerréis´, y yo les digo, ¡pero si no me has comprado nada!".

La historia novelesca

Cuando todos pensaban que sí, que Àngela tenía un origen remoto, Miquel Aguiló lo cercioró al encontrar una caja de cartón en la que su abuelo guardó aceptaciones de herencia de los siglos XVIII y XIX, inventarios; documentos de la historia de la familia que se hizo cargo del negocio en 1685, aunque la mercería data de 1679.

"Investigué en el archivo hasta encontrar al primer familiar que compró la tienda a la Inquisición: Pere Joan Bernat Forteza", señala.

Como si fuera un puzle, Miquel ha ido colocando las piezas de un comercio hasta escribir de manera novelada "la historia de Àngela". Lleva más de seis años esperando que algún editor se decida a publicársela. "Ahora tengo otro editor mallorquín que parece estar interesado, pero ¡han sido tantos...!", comenta con lógico recelo.

La historia del negocio, hasta donde hay datos, se remonta a 1679, cuando en la calle del Segell, la actual Jaume II, en el barrio judio de la ciudad, en el call menor, la Inquisición se quedó con la mercería que era propiedad del judío converso Rafel J. Martí, alias Barbassa, que logró huir durante la persecución y asesinato de los judíos a manos del Santo Oficio. Curiosamente, aquel antepasado de Miquel Aguiló, Pere Joan Bernat Forteza, le compró a la Inquisición este negocio que aún sigue en pie.

Pero ¿quién era Àngela?, nombre por el que es conocida la legendaria mercería. Un retrato en blanco y negro que el mercero muestra con orgullo pone cara a su abuela, Àngela, situada detrás de Ramon Aguiló, junto a sus dos nietos, Ramon -padre del que fuera alcalde de Palma, Ramon Aguiló, y de Pep -progenitor de Miquel, actual responsable del negocio familiar. Detrás, de luto, Ángela, la nuera del patriarca Ramon y abuela de quien enseña la fotografía hecha en el estudio Amer Guardia. Cuando el bisabuelo Ramon regentó el local, era conocido como Can Cayetanet. Pero sería su nuera, Àngela, quien al enviudar le daría el pespunte más popular.

Miquel y Esther han estado ajetreados esos días de fiestas navideñas. Les ha ayudado su hija pequeña, aunque sabe que es coyuntural. "Ningunos de nuestros dos hijos quieren continuar, y lo entendemos", señalan los merceros. Esther trabajó en otra de las mercerías que abrió la familia en la zona del Matadero, hasta que se trasladó a Jaume II.

Miquel Aguiló enseña la piedra que hace esquina en la calle que fue conocida como el Segell. Hoy para alcanzar el interior de Àngela hay que descender dos peldaños, cuando el nivel de la calle era más bajo, y todo era muy distinto.

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