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Sa Torreta

Ni 'corns' ni carbón para los Reyes

Contemplar la llegada de los Reyes desde encima de la muralla era el espectáculo más bello que podía presenciar un niño en los años 60

La fiesta solo necesita un ingrediente: ilusión.

Contemplar la llegada de los Reyes desde encima de la muralla era el espectáculo más bello que podía presenciar un niño en los años 60. Las embarcaciones arribaban desde el lejano Oriente -al menos eso creíamos nosotros- profusamente engalanadas. Se acercaban a tierra en medio de un derroche -la pequeñez infantil tiende a engrandecer todo lo que le rodea- de fuegos artificiales. Nuestro Baltasar era teñido de maquillaje o, cuando había poco dinero, ennegrecido con tapones de corcho quemados. En Palma solo conocíamos al Negre de Can Matons y no era fácil encontrar a un genuino subsahariano para representar el papel. No importaba. No notábamos el engaño aunque destiñera.

Ya no sonaban, al menos no lo recuerdo, las trompetas y los corns que durante la víspera de Reyes ensordecían los oídos. El objetivo era loable: que la caravana no se desorientara y pasara de largo. Miquel Maura asegura, en un texto recogido por el editor Miquel Font en Nadal a Mallorca, que parecían artilugios "inventados para imitar los gritos de los condenados a muerte o para dar una idea de cómo tenían que lamentarse".

Hace medio siglo la comitiva ya no entraba por la Porta de Jesús, como ocurría un siglo atrás. Ni iba acompañada por un grupo de jóvenes armados con escaleras, que arrimaban a las paredes para simular que entregaban regalos a los niños buenos.

Hace medio siglo aún dejábamos nuestros zapatos llenos de habas para alimentar a los camellos. Sabíamos que en su lugar, junto a la ventana, encontraríamos los regalos. Hoy casi nadie se acuerda de los sufridos cuadrúpedos. Lo que nadie deseaba encontrar era el carbón que dejaban a quienes se habían portado mal. No nos consolaba que fuera puro azúcar. Tampoco nos preguntábamos por qué, si lo traían los Reyes, todas las pastelerías tenían sus escaparates llenos de tan temido regalo.

Hoy no hay habas ni corns ni casi carbón. Sin embargo, la fiesta de los Reyes tendrá sentido mientras mantenga su ingrediente esencial: la ilusión de los niños... ¡Ah! Y que no se dejen avasallar por un gordinflón creado por interés comercial.

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