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Palma a la vista

Deseos de una ciudadana

En un día como hoy, son muchos los que miran hacia las estrellas.

Los ciudadanos menudos ya han echado sus cartas a los Reyes Magos, esperanzados, llenos de ilusión, miran al cielo y buscan señales en las estrellas. Estos días, el firmamento está limpio y deja que Venus custodie la Luna en una lealtad amorosa propia de regalo de Navidad.

Los otros ciudadanos andan rezagados, les paraliza que la duda se convierta en certeza y que sus deseos de Reyes Magos acaben siendo tiznados por el carbón de la desilusión. Con todo insisten, y se aplican ya a ponerle el punto final a una carta que podría empezar así:

De la vieja Europa, de donde procedes, venerable Melchor, te pediría para mi ciudad, un mayor respeto de los que nos visitan, es decir, que atiendan que tenemos una cultura antigua, hecha de muchas ramas, y que muchos de nosotros pensamos que no somos destino turístico a cualquier precio. Con todo, Melchor, estamos muy agradecidos porque muchos de esos europeos que nos visitan les gusta tanto la ciudad que han decidido quedarse a vivir en ella; o al menos, a tiempo parcial.

A ti, Gaspar, rey que vas a dulcificar con el aroma de tu incienso el ambiente a veces fétido de algunos barrios de la ciudad, te pediría que pusieras un poco de orden y sentido común a quienes creen que gobernar una ciudad es remar a favor del viento. Palma es muy compleja, es urbe tozuda porque el peso histórico a veces es más lastre que corcho, de ahí que determinados cambios deben hacerse con valentía, sí, pero también con sabia cautela. No basta una consulta ciudadana para dar por válida una aprobación municipal. Será imposible contentar a todos pero es deseable que haya un reparto equitativo de los derechos fundamentales de las personas: educación, sanidad, vivienda. Gracias Gaspar por adelantado.

Al que siempre fue el preferido de los españoles de postguerra, quizá por exótico, a ti, negro rey Baltasar, te pediría que por tu color regalases una mirada más amplia hacia los ciudadanos que viven en razón de su raza, sexo, religión, ninguneados, ignorados, tristes y apartados.

Palma, que es una ciudad con personas bastante solidarias, que en cuanto han ocurrido tragedias no han tardado en entregar dinero, ropa, alimentos, no debe dejarse cegar por el oro que portas de obsequio, querido Baltasar, y olvidar que son muchos aún los que están en el límite de la pobreza, que hay muchos barrios donde se vive casi a oscuras porque no pueden pagar las facturas de la luz, y que más allá del precioso centro histórico, de la milla de oro del passeig del Born, de Son Vida, de Génova, del paseo Marítimo hay miles de otros que están muy tristes y solos.

A los tres, que viajáis de Oriente a este pequeño rincón del Mediterráneo, os pediría un poco de esa luz que tienen los menudos ciudadanos que hoy más que nunca nos recuerdan que un día también fuimos niños.

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