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Palma a la vista

Un año más para las cabinas

Una de las 134 cabinas que aún siguen en uso en Palma. L.D.

El 2017 se tendría que haber dado el finiquito a las cabinas telefónicas, pero no van a desaparecer del mapa puesto que conforme al decreto de 2011, el ministerio está obligado a mantenerlas. El 2016 concluía la concesión de cinco años que obtuvo T.T.P. Cabitel pero ninguna otra compañía se ha presentado al nuevo concurso. ¿Quién quiere hacerse cargo de un mueble que se ha convertido en un trasto viejo y que solo genera costosas molestias? Telefónica está que trina con el palo que le ha caído hasta el 31 de diciembre de 2017. Los amigos de las cabinas, sin embargo, están contentos con seguir viéndolas.

El operador que durante años ganó tanto dinero, ahora protesta con esta decisión del Gobierno que "se sale del marco europeo y que no está de acuerdo con el desarrollo de las tecnologías de las telecomunicaciones, ni con la normativa de los países europeos que han retirado mayoritariamente las cabinas", argumenta Telefónica.

Es incuestionable que la telefonía móvil se ha cepillado a dentelladas el uso de los teléfonos públicos; hoy ya no nos encerramos en un cubículo para hablar sino que lo hacemos con luz y taquígrafos. Lo que una década atrás era de maleducados, hoy se ha convertido en habitual. Todos hablamos por la calle, en los taxis, en un bar, en los autobuses, sin importarnos que nuestra intimidad se vaya convirtiendo en voz populi. Del pudor al exhibicionismo, pensarían algunos.

En Mallorca hay 409 cabinas, de las que el mayor número de teléfonos públicos está en Palma, 134. Menorca tiene 40; Eivissa, 57 y Formentera, 4.

En España hay 18.300 cabinas, y ¡ojo al dato!, en pocos menos de la mitad, 9.000, nadie ha descolgado el teléfono para hacer una llamada en todo un año. El porcentaje de llamadas efectuadas a través de este sistema es de 1,4 llamadas por cabina y día.

La normativa europea no designa a un operador que preste la atención, y en una gran cantidad de países, las cabinas se han retirado. Italia las está retirando y Alemania no se obliga a ningún operador a dar el servicio.

Lo cierto es que el ciudadano de a pie cada vez más distraído con su smartphone, enganchado a las redes sociales, apenas mira la ciudad que le sale al paso. Es difícil atrapar la mirada distraída del común de nosotros todos, tan atentos a darle al último me gusta de Facebook o a convertir en trending topic la última chorrada freakie.

En Palma, el grupo Arquitectives intentó dar un nuevo uso a una de las cabinas de la Rambla abandonada como un barco a la deriva. Fieles al concepto de "acupuntura urbana" del urbanista Jaime Lerner, según el cual podemos hacer grandes cambios en la ciudad sin necesidad de mover un ladrillo, ellos convirtieron las cabinas en bibliotecas. Solo que un operario las retiró pensando que eran trastos viejos y asistido por 'la ley', puesto que la cabina estaba en espacio público. Fue restituida, pero eso es otra historia que será contada en otra ocasión.

José Luis López Vázquez ya tuvo problemas con una cabina. El habitáculo casi se lo come, hoy están en la ciudad como trastos viejos que quizá podrían reutilizarse, o quien sabe si surgirá un movimiento de aquellos que cuelgan el teléfono móvil. Los desconectados.

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