Los inventos de la Humanidad pueden ser benéficos. Como la rueda y la penicilina. O absolutamente maléficos. Como el manos libres. No dudo de que el descubridor de este artefacto para hablar por teléfono en el coche tuviera buena voluntad. Pero como escribió Dante, "el camino hacia el Infierno está empedrado de buenas intenciones". Y los resultados no siempre se corresponden con los propósitos.
El manos libres comienza por abolir una de las libertades básicas del ser humano. La intimidad. Si instalas uno en tu vehículo, nunca sabes quién te va a llamar y de qué te hablará. De modo que si llevas un acompañante más o menos ajeno, estás expuesto a que se entere de todas tus conversaciones. Sea cual sea el tema. Con el manos libres, las llamadas se hacen comunales. Todo el que va en el coche habla, aunque no conozca al que llama. Interviene. Puntualiza. Hace un chiste. El llamante no lo sospecha, y de repente se encuentra hablando con dos o tres personas Que además no sabe quién diantres son, aparte de su conocido. Escucha risas, comentarios, voces en segundo o tercer plano.
Si la conversación arranca con algo comprometido, el que recibe la llamada sufre la vergüenza de verlo aireado independientemente. Eso si no se produce la temible casualidad de que el que llame te hable mal del que en aquel momento va contigo en el vehículo. Para deshacer ese entuerto hay que tener una diplomacia a prueba de bomba.
Pero es que, además, el manos libres produce un tipo de voces robóticas y desagradables. Las sílabas tan pronto se empastan como se entrecortan. "Va--. Que--da---. --ta --de si - va ---". Muchas veces, entender lo que te están diciendo es como hacer un puzzle de sonidos desintegrados, sin ningún sentido.
Más que hablar con alguien que circula por la carretera parece que te comuniques con un astronauta en plena órbita espacial. Es más, yo estoy seguro que la conversación con el astronauta sería más clara que con el manos libres.
El manos libres, concebido en principio para restar problemas y facilitar la vida al conductor, acaba por convertirse en un problema más.
