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Mujeres de hoy

Antònia Rosselló Perelló: "A mi padre le truncaron su vida por ser maestro republicano"

"Uno de mis nietos estuvo en la fosa de Porreres y preguntó: ¿Por qué no buscan a los que los mataron?"

Antonia Rosselló es hoy una profesora jubilada, con una intensa vida familiar y cultural.

­En el camino hacia la fosa del cementerio de Porreres, Antònia Rosselló Perelló no iba en busca de los restos de su padre, Jaume Rosselló, maestro, nacido en Alaró en 1900 y encarcelado en Can Mir, Palma, prácticamente en los inicios de la Guerra Civil. Ella iba acompañando a su hijo Miquel Àngel Llauger, su nuera, Margalida Capellà, y sus dos hijos, de 6 años. La madre les explicaba qué significaba aquella fosa recién abierta en la que se iban a encontrar con los restos de los fusilados por los fascistas. “Uno de mis nietos preguntó, ¿y por qué no buscan a los que los mataron? Cuando estuve en la fosa pensé, ‘esos huesos podrían haber sido los de mi padre’. A él afortunadamente no le mataron, pero le truncaron la vida al no permitirle ejercer su oficio, su vocación, ser maestro. Un país que no ha pedido perdón a las víctimas y no se las ha reconocido, no es una democracia”.

Quien así piensa es Antònia Rosselló que tenía un año cuando encarcelaron a su progenitor “por ser representante de maestros en la Sociedad Balear de Trabajadores de la Enseñanza, por poca práctica religiosa, por escribir en catalán y por haber introducido el método del pedagogo Freinet, que ellos consideraban comunista”, enumera la única hija del maestro de Alaró.

Hoy a sus 81 años, disfruta de una jubilación merecida y vivida intensamente, siempre muy cerca de sus cinco hijos, sus 15 nietos y siempre presente, su marido Miquel Àngel Llauger, fallecido en 2009. Sonríe cuando se menciona como matriarca del ‘clan de los Llauger, muy significado. La política suele ser tema de conversación habitual en las largas tertulias, pero no solo. Nada humano les es ajeno a una familia donde las Ciencias conviven con las letras.

-A su padre le encarcelaron durante tres años por ser maestro republicano. Usted tenía 1 año. ¿Qué recuerdos guarda?

-El primer recuerdo que tengo es que yo acompañaba a mi madre a llevarle ropa a Can Mir en una cestita. En 1939, un día no fuimos como era costumbre. Me extrañó y le pregunté a mi madre qué ocurría, por qué no íbamos. Ella me respondió: ¿‘No prefieres que venga él’? Ese día le soltaron.

-¿Por qué se salvó?

-Tengo muchas cartas, de un cura de Galicia donde él dio clases, de Establiments donde estaba dando clases cuando le llevaron preso; del alcalde de sant Joan donde también fue profesor. Todos eran elogios hacia él. Le dejaron libre, sí, pero le impidieron ejercer su oficio. Tuvo que buscarse la vida, dio clases particulares, montó una librería, Cervantes, y acabó preparándose para ser administrador de fincas, lo que menos le podría gustar. Para mí lo terrible fue que su rehabilitación como maestro le llegó tarde, a los 67 años. En aquellos años la jubilación era a los 70, de modo que mi padre volvió a ser maestro en la Escola Parroquial de Sant Alonso, y después en El Vivero.

-¿Se les ha pedido perdón?

-En la Universitat hicieron un acto y dijeron que pondrían una lápida conmemorativa que no han puesto. ¡Lo que cuenta es que reconozcan las muertes injustas! Los maestros fueron víctimas por el temor de que difundieran ideología. Lo grave es que a mi padre le truncaron la vida.

-Tengo entendido que su padre le hacía dibujos y juguetes de madera desde la cárcel para que aprendiera a asociar imágenes, objetos y palabras. ¿Los conserva?

-Por desgracia no tengo ninguno. Era muy pequeña. Solo conservo un dado de madera, que me pidió mi hijo Miquel Àngel y se lo regalé. Él enseñó a leer a muchos presos en Can Mir.

-La vida es bucle. Usted acabó siendo profesora también, como sus padres.

-Cuando acabé en el 53 todos pensaron que iría a la Escola de Magisterio pero se abrió el Estudi General Luliano, y yo hice dos cursos de Filosofía y Letras. Pese a ello, siempre dije que era más de ciencias que de letras, y si hubiera podido, habría estudiado Farmacia o Química.

-En España en aquellos años del franquismo, no era frecuente que las mujeres estudiaran carrera.

-La verdad es que no, pero no fue esa la razón, sino que conocí al que luego sería mi marido, Miquel Àngel Llauger; además la economía de mi familia no se podía permitir enviarme a estudiar fuera.

-¿Cuándo se hizo profesora?

-Como hija única que fui tuve claro que quería tener una familia numerosa. Tuvimos cinco hijos y dejé los estudios, pero no fue un sacrificio. Me dediqué a ellos por completo. En 1976 se abrió la Universidad de Historia del Arte y Miquel Àngel me animó a matricularme. Mi hija pequeña, Aina, tenía 6 años. Recuerdo aquella época con una alegría inmensa. Tuve mucha ayuda de la familia y pude compaginar estudios y casa. Todos estudiábamos en casa, nosotros dos y mis hijos. Además a finales de los setenta, se notaban ya otros aires, ganas de cambio, las mujeres estudiaban, se independizaban. Tuve unos profesores maravillosos como Alberto Quintana, Alberto Saoner. Acabé en junio y en octubre ya empecé a dar clases en el colegio Sant Pere en el Seminario, en es Vivero. Se combinaba labor social en el barrio y a la vez pedagógica. Cuatro profesoras luchamos para que el colegio fuera mixto ¡y lo conseguimos! Estuve en él 25 años, y los seis últimos fui la directora.

-¿Qué piensa cuando lee que la Comunitat Balear está a la cola en nivel de estudios?

-Mis tiempos eran distintos a los actuales. Las clases estaban masificadas pero no tuvimos nunca problemas de disciplina.

-Al final fue maestra.

-Las alegrías que tengo es ver que entre mis alumnos hay personas de todo tipo, de todo color político. Tuve a Miquel Enseñat, el presidente del Consell, y a mi nuera y diputada por Més, Margalida Capellà. Para mí enseñar no era que empollasen sino abrirles al mundo. Yo les llevaba a conocer los barrios de Palma, a Deixalles, recién abierto, a escuchar a Adolfo Suárez cuando vino a dar un mitin por, la UCD, y a manifestaciones del Gob... Me los llevé a Barcelona a ver exposiciones de modernismo y gótico. He disfrutado mucho enseñando. Me llena de orgullo cuando me encuentro con alumnos que me dicen ¡tú nos has enseñado a ir a manifestaciones!

-Su marido fue teniente de alcalde de Palma, ¿cómo cree que vería la actual ciudad?

-Creo que la vería mejorada en muchos aspectos pero estoy segura que pensaría que hay un exceso de coches, que se debería limitar su uso.

-¿Cómo la ve usted?

-Lo cierto, y a riesgo de que mi hija se enfade, un poco sucia. Pero es que creo que la gente es muy sucia.

-¿Cree que se debería derribar el monolito de sa Feixina?

-¡Que se derribe y no se hable más! Ha de ser un parque en el que se vea el mar y no el monolito.

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