Diario de Mallorca

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Crónica de antaño

El general Weyler y la silla de Maceo (I)

Retrato del general Valeriano Weyler. diario de mallorca

Valeriano Weyler Nicolau ha sido uno de los militares más ilustres y respetados de la historia de Mallorca. Hijo de la palmesana María Francisca Nicolau Bordoy y del general Fernando Weyler Laviña -natural de Madrid, aunque su familia era oriunda de la localidad alemana de Kruft-, Valeriano nació en Palma en 1838. Estudió sus primeras letras con don Bernardo Homar, profesor que tenía su colegio en la calle de la Costa de la Pols, aunque cuando contaba con tan solo diez años, la familia tuvo que trasladarse a Granada al ser destinado allí su padre. Al cabo de unos años, la familia regresó a Mallorca, donde Valeriano continuó sus estudios hasta que ingresó, con 15 años, en la Academia de Infantería de Toledo. Era el año 1853.

No hay que perder de vista que en los años 40 del siglo XIX, España estaba inmersa en una lucha constante entre liberales y conservadores. Los primeros querían modernizar y democratizar el país, mientras que los segundos deseaban mantener el orden social tradicional anclado en el Antiguo Régimen. En este contexto, un joven Valeriano Weyler se sintió atraído por figuras como las del general Baldomero Espartero, de ideología liberal.

Al cumplir los veinticinco años, Weyler se incorporó como voluntario, y con el grado de comandante, en el Ejército Colonial de las Antillas. Una vez allí, no tardó en despuntar como estratega lo que permitió que a los 34 años ya fuese brigadier. En 1873, ya de vuelta a España, participó en la guerra carlista volviendo a demostrar sus dotes militares por lo que fue elevado a mariscal de campo. Tomó el mando el mallorquín contra las insurrecciones que se mantenían en diferentes puntos de la Península. Su actuación siguió siendo brillante por lo que en 1878 fue ascendido a teniente general. Fue entonces cuando alcanzó la jefatura, primero de Canarias y en 1883 de Balears. Al desembarcar el nuevo teniente general en Palma, a la que siempre regresaba cuando podía para poder estar junto a su madre y sus familiares, fue recibido con todos los honores. El Ayuntamiento de Palma lo declaró hijo ilustre de Mallorca y por suscripción popular se le regaló un valioso bastón de mando. Aquí Weyler vivió sus años más agradables y sosegados. Siempre que podía se escapaba a su finca de Son Roca, en las inmediaciones de Son Ferriol, para dedicarse a sus dos aficiones preferidas: la equitación y la agricultura. Durante su mandato en Balears murió el rey Alfonso XII, por lo que Weyler se desplazó a Madrid para asistir a la ceremonia de la jura de la Constitución por la regente, María Cristina.

Según explica el general Hilario Martín Jiménez, Weyler estuvo en Palma hasta 1886, pues durante el verano de ese año fue nombrado director general de Administración y Sanidad Militar, por lo que se tuvo que trasladar a vivir a Madrid. Allí se encontró con dos frentes: algunos militares inmovilistas y los políticos. Intentó introducir algunos cambios en la Administración pero fue tal la oposición que se encontró que no pudo llevarlos a cabo hasta años más tarde, ya como ministro de la Guerra.

En 1888, ante la gravedad de la situación en Filipinas, el gobierno liberal de Sagasta envió a Weyler en calidad de gobernador general para que intentase restablecer la paz. Allí su gestión, a pesar de la desfavorable situación política y administrativa, fue ejemplar, cuyo colofón fue la campaña de Mindanao (1891). Tras finalizar este último episodio, Weyler pidió el traslado. La reina y el Gobierno reconocieron la importancia de su labor "por haber cumplido el plazo ordinario para su desempeño, quedando muy satisfecha [la reina regente] del celo, inteligencia y lealtad con que los ha desempeñado". De regreso a España, fue nombrado capitán general de Cataluña donde pasó varios años.

Durante los últimos meses de 1895 fue creciendo la atención por la situación de Cuba. Los independentistas cubanos estaban a las puertas de La Habana. El capitán general Martínez Campos no estaba consiguiendo detener la insurrección. Desde Madrid la preocupación era máxima. El nombre de Weyler no tardó en sonar en todos los mentideros de la Capital. El prestigio del mallorquín era tal que muy pocos dudaban que muy pronto sería enviado a la Antilla Mayor. El propio Martínez Campos escribió a Cánovas del Castillo advirtiéndole que "sólo Weyler reúne las condiciones requeridas [para ganar la guerra]". Efectivamente, el 10 de febrero de 1896 el mallorquín tomó posesión del mando de Cuba. Desde la muerte de José Martí (1895), los generales Máximo Gómez y Antonio Maceo -apodado "el Titán de Bronce"- encabezaban la insurrección independentista, y seguían ganando terreno. Con la llegada de Weyler a Cuba las tornas cambiaron. El mallorquín hizo retroceder al enemigo, al que fue acorralando. El día 7 de diciembre de 1897, en un enfrentamiento entre las fuerzas cubanas y las columnas españolas encontró la muerte el general Antonio Maceo, concretamente en la finca de San Pedro, en la provincia de La Habana. A pesar que el éxito de Weyler era innegable, los partidos españoles de la oposición, por un lado; y la prensa norteamericana, por el otro, se dedicaron a desprestigiar la labor del mallorquín. Tal como apunta Juan Tous Melià, el periodista "William Randolph Hearst realizó entre 1896 y 1897 la primera campaña periodística de la historia mintiendo y falsificando las noticias". Y esas campañas tuvieron sus frutos. El 8 de agosto de 1897 fue asesinado el presidente Antonio Cánovas del Castillo. Este atentado y la consiguiente llegada a la presidencia de Sagasta, uno de los más críticos con la estrategia seguida en la guerra de Cuba, provocó el cese de Weyler. Este zarpó a finales del mes de octubre llevándose consigo un trofeo de guerra: la silla de mando que había pertenecido a Antonio Maceo.

[Continuará]

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