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Palma a la vista

Historias de aquí al lado

Hay esquinas elocuentes, donde pasan grandes historias que hay que mirar con lupa. Una de ellas es la de la travessa d'en Ballester

La esquina más cinematográfica de Palma. L.D.

Hay quien necesita irse muy lejos para comprender el mundo. Otros ni se lo plantean. Abren los ojos, miran a su alrededor, y la vida se les manifiesta en pequeños, frágiles detalles. Son distintos modos de ver que pueden complementarse y/o anularse.

¿Puede una esquina callejera, puede la intersección de varias calles, puede un cruce de caminos contarnos quiénes somos? Hace más de veinte años, Wayne Wang llevó al cine una gran historia hecha de retazos. El guión de Paul Auster, a partir de su Cuento de Navidad, sitúa a un vendedor de cigarrillos que cada día, a la misma hora, en el mismo lugar, coloca su cámara con un trípode y dispara. Él pega todas esas fotos en álbumes. Un día se les enseña a un amigo y éste, asombrado le dice que todas son iguales. Auggie, el vendedor de cigarrillos, le contradice y le anima a fijarse, a tomarse su tiempo. Poco a poco, como si se abriera el obturador y diera paso a la luz, el amigo empieza a ver un caleidoscopio de situaciones que hacen diferentes a aquellas fotografías que creyó iguales.

Hay una esquina en Palma, quizá una de las más cinematográficas, que podría contarnos cuentos de Navidad como el que escribió el mejor Paul Auster.

Recuerdo que era paso obligado en el viejo coche de mi padre cuando los domingos por la noche, salíamos de misa de Santa Eulàlia, muy tarde -nunca he entendido que fuéramos tan tarde, si al día siguiente había colegio y el madrugón era inmisericorde-, y atravesábamos el barrio chino. Esa esquina, la de Ballester y la calle Ferreria, me turbó. Aún sigue haciéndolo. Los letreros de los negocios estaban un poco menos viejos que ahora, porque aún funcionaban, aunque no todos. En menos de dos metros, aquel luminoso de baja potencia que paradójicamente vendía bombillas y otros productos de electricidad, el de la Eléctrica Íbero Americana (Elibamer) compartía protagonismo con el letrero de Radio España. El rojo de sus letras sigue siendo el punto de fuga de aquellas noches que volvíamos a casa, tras la misa de Santa Eulàlia, y donde sabía que enfilábamos el regreso por la calle donde estaban las prostitutas. Mi recuerdo está lleno de humo como Smoke. A finales de los sesenta se fumaba todo el rato.

El barrio chino de Palma siglo XXI mantiene intacta esa esquina. El toldo ajado del salón de belleza lo cuenta todo, historias como la de la vecina Granja Suiza que tuvo como último comensal a un carpintero que se mudó a otro barrio, o el de la Pensión la Central que cerró y está a la venta por 1,7 millones de euros. Seis años atrás, su dueño alquilaba habitaciones a 30 euros, sin desayuno. Eran precios "de clase trabajadora", indicaría Pedro Barceló, que fue quien siguió regentando la pensión heredada de la madre, una mallorquina que fue con su marido a Venezuela a hacer fortuna; volvería sola. Y al menor de los hijos, le tocó alquilar habitaciones a precio de clases trabajadora. Hoy en un portal inmobiliario se oferta a precio de millonarios. Historias de aquí al lado. Auggie date prisa y retrata los mil detalles de esa esquina porque en poco tiempo, retirarán los letreros de mis domingos por la noche, al salir de misa de santa Eulàlia.

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