Lo que casi nunca consigue la religión, lo logra una casualidad del arte: llenar la Catedral de Mallorca. Ese fue el motivo por el que ayer un par de miles de personas madrugaron para ver el Vuit de la Seu. En un día sin nubes, con una luz intensa, se pudo apreciar en todo su esplendor el espectáculo lumínico. Porque hay que tratarlo como tal: como un espectáculo, como un show en el que el público aplaude, profiere gritos de sorpresa y ayer incluso un vítor de "visca Mallorca" a viva voz.

A las siete y media de la mañana la catedral mallorquina abrió puertas para dejar pasar al centenar largo de personas que estaban haciendo cola a la intemperie para ver el Vuit. La hilera llegaba a la esquina de la calle del Palau Reial.

Las posiciones más codiciadas eran las del pasillo central y, por ello, las que se ocuparon primero. Hay quien prefería ver el fenómeno con perspectiva. Como Antònia Nicolau, que bajó expresamente desde sa Pobla para llegar a la Seu a las 7.45 horas y se colocó junto al altar. "Es el tercer año que vengo y seguiré viniendo, porque esto es precioso, inigualable", explicaba la mujer con pasión.

En cambio, los bancos más cercanos al portal mayor se los quedaron los tardones. Sarah Jensen y su pareja, británicos, visitaban la isla por primera vez y se enteraron de casualidad de que ayer era el día del Vuit. Ambos son jubilados y dicen que están acostumbrados a madrugar. "Vale la pena venir a verlo", decía Jensen, que se esforzaba por pronunciar la palabra vuit.

En las bancadas delanteras, las más incómodas para ver el Vuit en su conjunto, también había un grupo de 55 turistas alemanes y escandinavos, acompañados por las asociaciones hoteleras de Palmanova, Magaluf y Peguera. Denis Saro, uno de los coordinadores del programa turístico europeo equivalente al Imserso, explicó que cada año les acompañan hasta la Seu a modo de excursión gratuita.

Sin embargo, el público turista es minoría en el Vuit de la Seu. Entre el par de miles de asistentes, el grueso son locales. Jubilados, bastantes funcionarios y muchos colegios. Como el Arcàngel Sant Rafel, que ayer visitó la basílica con el alumnado de primero y segundo de ESO.

"Les explicamos conceptos que han aprendido en las clases de Geografía, como la rotación, la traslación, el solsticio y el equinoccio", explicaba la profesora Cristina Pons. Pere Ramon, también docente del mismo colegio, añadía que también les introducen conceptos de arte, como el gótico o los rosetones, o de la asignatura de Religión, como la importancia de la luz para el cristianismo.

Con más concentración se tomaron la visita un grupo de estudiantes del bachillerato artístico del CIDE. Stephanie Cassagne, Esther Arbona, Marta Cerdán y Alejandro Carrión estaban concentrados con las brújulas en la mano para averiguar la orientación del rosetón mayor del Seu. Para la asignatura de Fundamentos del Arte, les habían encargado que observaran la nave central de la Catedral, la describieran y buscaran documentación.

Ellos captaron fotografías del Vuit, como lo hicieron casi todos los presentes en la Seu. Hacer fotos con un móvil a una pared que está a 25, 50 o incluso más metros de distancia y esperar que queden bien es lo mismo que creer o no creer en Dios: una cuestión de fe. Por ello, los fotógrafos aficionados más profesionales van cargados como una mula. Trípode, cámara réflex y teleobjetivo a cuestas para lograr una sucesión de instantáneas o un vídeo que reproducir a cámara rápida.

Los trípodes se extendían por el pasillo central, igual que los pelotones de gente. Costaba caminar por el templo minutos antes de que llegara el momento culmen. Los bancos dan la espalda al muro del portal mayor, por lo que la mayoría de gente espera de pie a que llegue el Vuit como quien espera a que el cura se coloque frente al altar. El ruido de fondo disminuyó un par de minutos antes de que se alineara la luz del rosetón menor debajo del rosetón mayor. Los portadores de móviles, brazos en alto, se concentraron para tomar buenas imágenes.

Salida precipitada

Y el Vuit finalmente apareció. A las 8.30 horas se oyeron los aplausos y los sonidos de admiración. Y eso que todavía faltaba un minuto para que se viera el Vuit perfecto. Pero como si fuera un partido de fútbol del Real Mallorca, el público se comenzó a marchar antes del final del partido.

En mitad de la ovación, destacó un alarido. Dos chicas gritaron "visca Mallorca" con todas sus fuerzas. Eran Raquel Barceló, que acudió por tercera ocasión al Vuit, y Constanza Vidal, que lo veía por vez primera. "Me da pena no haber venido antes. Ahora solo me falta ir del Güell a Lluc a pie", bromeaba Vidal.

Entre el público comentaban que el siguiente fenómeno lumínico de la Seu será el caleidoscopio, en los alrededores del solsticio de invierno. Y entre fotos y selfies, se marchó el Vuit. Fue un visto y no visto de un par de minutos. La próxima cita: el 2 de febrero.