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Palma a Palma

Miradores

Miradores

Palma carece de miradores. Resulta sorprendente que una ciudad con un skyline tan magnífico, con un auténtico mar de tejados, no tenga espejo donde contemplarse. La plaza del Mirador, junto a la Seo, te ofrece la posibilidad de admirar la bahía. Pero no tiene panorámica sobre el casco urbano. El castillo de Bellver, otro gran observatorio, te permite divisar el puerto, el Terreno y la ciudad antigua a lo lejos. Pero con una perspectiva muy amplia. Casi como un cuadro.

Curiosamente, uno de los pocos puntos de vista sobre la Palma de tejas y campanarios se encuentra en la cafetería de unos grandes almacenes, en Jaume III. Cuando los palmesanos entran allí, se sorprenden de una visión que apenas se puede obtener en otro lugar. Los terrados, las líneas de tejas, las iglesias, la magnífica silueta de la catedral al fondo, el mar, los barcos que salen de puerto.

La visión de una Palma abierta al cielo y el mar resulta difícil de obtener en otros lugares. Una Palma recortada sobre el horizonte, con esos minúsculos detalles que hablan de la vida particular de cada edificio, de cada ventana. La acumulación del tiempo, de las historias, se hace patente en esos paisajes urbanos. Por eso, resulta difícil de entender una ciudad si no se tiene una visión amplia de su realidad geográfica. De lo contrario, no deja de ser una entelequia.

Una prioridad que ningún ayuntamiento ha asumido, pero que sería muy aconsejable, es habilitar miradores. Puntos de vista muy amplios y explicativos. Horizontes capaz de explicar la ciudad y explicarnos a nosotros mismos. Porque el paisaje siempre proporciona mucha información sobre los asuntos de la personalidad y del alma.

Miradores para saber quiénes somos.

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