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Palma a la vista

Experimento genético

La pared de una iglesia es pizarra de antagonismos.

Estos días circula por facebook un video que pone al traste gracias a un experimento con un grupo de personas y de su análisis genético hecho a partir de su saliva que seamos solo hijos de una raza, de un pueblo, de una cultura. Con el interrogante: "¿Te atreverías a preguntarte quién eres en realidad", se reúnen a personas de distintas procedencias: Inglaterra, Francia, Kurdistán, Irak, Cuba, Bangladesh, Islandia.

Todos, absolutamente todos, expresan prejuicios, odios irracionales, probablemente heredados de manera inconsciente, por siglos de una educación reducida y de mente muy estrecha, a quienes creen sus opuestos. Incluso algunos no ocultan sentirse los amos del mundo.

El escritor Jack London inició uno de sus relatos del libro Los mares del Sur con una frase muy simple pero certera. Dice algo así: "Mientras el blanco sea blanco y el negro sea negro, ni el blanco entenderá al negro ni el negro entenderá al blanco".

Pues bien, en el DNA Journey, que así se llama el vídeo que está siendo reproducido por millones de personas a través de la red, resulta que la francesa tiene su pata inglesa, la kurda, un trocito de Turquía, el inglés tiene algo de sus odiados alemanes y así suma y sigue. El desconcierto rompe en lágrimas. Nadie es 100 por cien de un único lugar. ¡Incluso se es de territorio enemigo!

Cartier-Bresson cazó como pocos el instante, ese momento que se nos escapa a todos. Con sus disparos detuvo el movimiento y dio alas a la quietud. Fue un cazador paradójico, quizá porque aquella Europa de guerras y postguerra era más paradójica que nunca. Muchos de esos odios nacieron en aquellas guerras, en sus trágicas postguerras, en su desigual reparto del botín. Existe un mapa del odio que la genética derribaría si no fuera porque en un tubo de ensayo no caben la amplitud de miras, la inteligencia, la generosidad.

El muro de una iglesia como pizarra para escribir odios absurdos de esos mallorquines que se declaran anticatalanistas. O de esos independentistas de nuevo cuño que odian todo lo que huela a España. Unos y otros esgrimen razones históricas, que juzgan de peso, para seguir enfrentados como dos fieras en celo. ¿No se dan cuenta estos mallorquines que entre sus cromosomas hay más de Cataluña que de Castilla? ¿Y estos catalanes se han olvidado que muchos proceden de Andalucía? ¿Será posible que se siga perdiendo el tiempo con tan inútiles discusiones?

Habrá que regresar al aula a que alguien nos recuerde que venimos de África. Y que de ahí fuimos hijos del Creciente Fértil, del Próximo Oriente que muchos detestan, de esos musulmanes que tanto tememos. Creo que los del DNA Journey deberían hacerse un viajecito por este país que no supera heridas de fronteras. ¡Íbamos a reírnos un rato largo! O a llorar.

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