Mientras usted se aplicaba en ir a buscar la máquina del tique de la ORA, tarea no siempre fácil, o se ponía como una moto porque acababa abonando esos dolorosos 60 euros porque se le pasaron 5 minutos sobre la hora marcada, alguien sabía que la empresa a la que se le había adjudicado ese servicio municipal recibió en 2013, supuestamente, trato de favor a cambio de pagar, supuestamente, mordidas a los gobernantes de Palma, el Partido Popular de Mateo Isern.
Estos cargos son los que está investigando el juez Penalva y que esta semana ha puesto patas arriba la comuna o casa consistorial de Palma. A menos de unos metros de distancia de esos cruceristas que pasean la ciudad sin aliento, policías nacionales entraron en despachos y oficinas y detuvieron a once funcionarios, algunos de ellos de alto rango, bajo sospecha de haber favorecido la contratación irregular en el servicio de la zona azul de la ciudad.
Según propia declaración, algunos de ellos quisieron denunciarlo pero acabaron cediendo a la presión política del Partido Popular de Mateo Isern, que gobernó Palma, ya vemos con cuánto celo, tres años atrás.
Al fondo de la mirilla, la sombra alargada de José María Rodríguez, que ya tuvo que declarar este verano por supuesta implicación en la telaraña de algunos de los casos investigados de corrupción en la Policía Local de Palma. Y al lado, de este político que sigue militando en el PP, la sombra más escueta de su siempre servidor, el diputado de los conservadores, Álvaro Gijón. Ambos niegan las sospechas, pero podríamos volver a verlos declarar ante el juez. A Gijón, además, se le vio de paseo por Formentera con el empresario que al parecer se benefició de la adjudicación, y que ha ingresado en prisión este pasado jueves.
De momento, dos concejales del equipo de Isern han pasado por el calabozo, uno de ellos ha salido con cargos, Gabriel Vallejo; y la otra, Irene San Gil, que fue puesta en libertad la noche de su detención, y que puso su cargo a disposición del partido. Ambos se declaran inocentes.
Mientras el alero del edificio del Ayuntamiento sigue entelado, en pleno proceso de restauración, en los pisos inferiores se han cocinado corrupciones que a más de uno le debería costar el cargo.
Nos estamos acostumbrando demasiado deprisa a que la corrupción sea un titular cansino en los medios de comunicación. Tanto, que se cambia el canal o se tira el diario si las noticias de la nueva corruptela, del delito para hablar con propiedad, insisten en martillearnos la cabeza. Estamos siendo complacientes con las sinvergonzonerías que están cometiendo algunos de los políticos que hemos elegido, y eso habla muy mal de nosotros.
Palma será la mejor ciudad para vivir pero al ritmo que va con la investigación de delitos, muchos de ellos gravísimos, concederle que se está convirtiendo en la mejor ciudad para delinquir.
