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Esculturas en fachadas 6

Tomás Vila y el ahorro de la Caixa

Abuela y nieta, ahorro y una vejez plácida.

La antigua sede insular de la Caja de Pensiones para la Vejez y de Ahorros de Catalunya y Balears -hoy Caixabank- estaba en la calle Colom. Allí aterrizó la entidad financiera, fundada en 1904, que en 1913 comenzó a operar en Mallorca. Como su nombre indicaba, su objetivo era fomentar los depósitos entre los clientes con el objetivo de que disfrutaran de una plácida ancianidad.

La caja encargó a Tomás Vila una escultura para instalar en el chaflán del edificio. Se trata de un grupo de dos personas casi hiperrealista, muy en el estilo del estricto academicismo en el que se movió el autor a lo largo de toda su carrera, dando gran importancia a los ropajes y exagerando la expresión. Todo en la línea de otras obras del mismo autor. Muestra a una anciana cubierta con ropas amplias que forman pliegues exageradamente marcados, la cabeza cubierta y apoyada en un bastón. La acompaña una niña que en su brazo izquierdo sostiene una hucha. Ni siquiera puede hablarse de alegoría, es casi un lema directo sobre los objetivos del cliente. La obra está firmada T. Vila en el lado derecho de la peana. El conjunto se completa con guirnaldas, volutas y un gran escudo.

Tomás Vila (1893-1963) es probablemente el escultor mallorquín más prolífico del segundo tercio del siglo XX. A él se deben numerosas esculturas que se pueden contemplar en las calles de Palma. El darrer vestit a l´ample, instalado primero en la confluencia de las avenidas con la calle Aragó y hoy en la entrada del Mercat de l´Olivar; Santo Domingo de la Calzada, en el paseo Marítimo; las dos idílicas figuras campesinas situadas a ambos lados de la entrada a la plaza de la Reina...

Su carrera transcurrió entre numerosos encargos oficiales y privados. Estudió Bellas Artes en Palma y Barcelona, donde fue alumno de Enric Clarasó. Fue lo que Catalina Company, Catalina Sureda y Margalida Tur llaman "un escultor de oficio" en el libro Palma, ciudad de esculturas. Tras la Guerra Civil "contribuyó al monumentalismo funerario de los caídos, a la iconografía de una iglesia reaccionaria", en opinión de Damià Ferrà-Ponç.

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