La procesión que conmemora el aniversario de la beatificación de Santa Catalina Tomàs tuvo que convivir ayer con las obras de la empresa municipal Emaya en la avenida Jaume III. El carro triunfal de la Beateta, que estuvo representada por la niña Juana Marqués, quedó deslucido en la bajada a la plaza de las Tortugas, ya que la calle se ha estrechado dos carriles y las vallas naranjas dividen la vía, aunque el público que acude a este desfile religioso siguió siendo fiel y flanqueó el paso de la comitiva.

Los participantes iniciaron el recorrido, como es habitual, en el paseo Mallorca y los grupos de baile -ataviados con los típicos trajes payeses- y los dimonis -que asustaron con sus llamas a los más pequeños- entretuvieron a los asistentes hasta que el carro del siglo XIX hizo su aparición al final de la procesión.

El vehículo restaurado hace dos años paseó lleno de ángeles por Jaume III, la calle Unió y la plaza del Mercat, donde se halla la piedra junto a la que la joven Catalina esperó hasta conocer si la admitían en el convento de Santa Magdalena después de que fuese rechazada en otro centro de oración, según cuenta la leyenda. El carro triunfal se detuvo allí unos instantes en un emotivo momento del desfile.

Prosiguió por la calle Riera y la Rambla hasta llegar al convento, un recorrido que previamente hicieron las demás carrozas de esta cabalgata, en las que estaban representadas diversas escenas cotidianas de la vida de la Beata, que nació en Valldemossa en 1531 y, como quedó huérfana de pequeña, fue acogida en Palma por la familia Zaforteza hasta que a los 24 años ingresó como novicia en el convento de las monjas agustinas.

La santa más conocida de la isla, que fue beatificada en 1792, continúa siendo muy honrada por los fieles, como ocurrió ayer en la iglesia de Santa Magdalena al concluir el desfile, donde se cantó Sor Tomasseta.