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El piso indiscreto

Confieso que soy un lector indiscreto de ofertas de pisos. Me da igual que sean de venta o de alquiler. Porque internet ha abierto una nueva ventana sobre la intimidad de las casas que antes no existía. En otro tiempo, había que leer las aburridas páginas de clasificados. "Piso bonito. Céntrico. Bien comunicado. Visitas en horas convenidas..." Y eso era todo.

Luego llegaron los programas de televisión dedicados al tema. Fascinantes. "Cuatro habitaciones, suelos de gres, coladuría..." Pero las imágenes no solían hacer justicia a los inmuebles, que siempre parecían pequeños y poco confortables.

En cambio, internet te ofrece una oferta infinita de pisos y casas fotografiados por los propios dueños. Ellos se ocupan de buscar el ángulo mejor, el momento de luz, de poner el cuadro preciso o apartar el sofá demasiado viejo. Realmente no estás viendo pisos, sino mundos interiores.

Contemplas pisos sobrecargados. Llenos de cuadros con cebras, enormes muñecos de peluche, sillones. Con una especie de "horror vacui" decorativo que los llena de interés antropológico. "¿Cómo podrán dormir en esa habitaciones pintada de violeta y con ese totem africano encima de la cama?".

Luego están los pisos catastróficos. Algunos con las tuberías arrancadas, las cajas de electricidad reventadas, los falsos techos caídos. A veces por abandono, otras por rabia de los desahuciados antes de marcharse.

Y esos pisos vacíos, diáfanos, que te permiten imaginarte allí. Ya te ves con tus cosas, y un gran piano en medio del comedor. Un piso totalmente despejado invita a soñar. Siempre es bello aunque no lo sea. Porque es espacio puro.

Pisos coquetos con sus balcones mirando al mar. Pisos antiguos restaurados, que parecen salidos de una revista de decoración. Pisos sencillamente cutres. Pisos absurdos....

Internet te permite hacer mudanzas imaginarias sin salir de tu casa.

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