Alguien debería estudiar el número de divorcios, rupturas de amistades, peleas y demás catástrofes sentimentales que han propiciado las nuevas tendencias de la comunicación. Sobre todo la mensajería instantánea. En la época del "pensamiento líquido" vamos cada vez a mayor líquido y menos pensamiento. Un auténtico peligro.
Los mensajes son cada vez más sintéticos y rápidos. Ello supone que el margen de tiempo situado entre el momento de la escritura y su envío se reduce a milésimas de segundo. Muy pocas veces te piensas una respuesta. Simplemente tecleas y la envías.
Teniendo en cuenta la facilidad para el equívoco que supone este sistema de comunicación, sin matices ni gestos corporales, los resultados pueden llegar a ser catastróficos. Es muy fácil molestarse o indignarse por una frase o una reacción no esperada. Las palabras por sí solas a veces no bastan para indicar del todo lo que se pretende explicar. No hay voz, mirada ni gestos. Sólo una palabra escrita con el tecladito, que muchas veces te puede causar una impresión distinta a la que el remitente quería producir.
Entonces, molesto por ello, tú a tu vez también incurres en la unilateralidad. Y contestas instantáneamente y de forma desabrida a lo que creías una impertinencia. La bola de nieve se va acrecentando y acrecentando. Sin que tengas medios reales para pararla. La famosa escritura predictiva se convierte en escritura destructiva.
Los móviles del futuro deberían llevar un corrector de tiempo. Un sistema que retrasase la salida del mensaje. Lo congelara durante un tiempo. Así, tendrías la oportunidad de volverlo a releer. Y a lo mejor arrepentirte. Evitando así una pelea o un divorcio.
Los humanos no estamos hechos para tantas velocidades.
