Diario de Mallorca

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Palma a la vista

Una cruzada contemporánea

La Seu instagram es tomada por miles de turistas en una isla que pierde virginidad a todo tren. ¿Turismo sostenible? Es el milagro de la cuadratura del círculo.

Los turistas se hacen autorretratos, ¡qué 'selfies' ni qué niño muerto! Feliu Renom

Somos manada hambrienta de postales. Convertimos en icono lo que miramos, sin apenas saber qué estamos viendo y ni muchísimo menos qué significa la palabra. Somos inconscientes de la belleza. Nos basta seguir al grupo para participar en el ritual de ser turistas. Alcanzamos un grado más elevado, ser cruceristas, si depredamos sin aliento.

Los santos lugares como la Catedral de Mallorca no pueden faltar en el carné de turista ejemplar. A veces, a los cruceristas les sucede tener que elegir entre la iglesia o el castillo, arquitectura religiosa o civil. Bellver es otro icono en su viaje por horas a una de las ciudades más sucias de España. Dicen también que una de las mejores para vivir. Mi pasmo es sagrado, y ya sabemos que el simbolismo no atiende razones.

La Seu, la Catedral, se desacraliza por horas para atender la caja. Son miles de euros al día y eso sí que es palabra del señor. Los visitantes entran a destajo, circulan con la cabeza mirando al techo porque el gótico fue un estilo para dejarnos las cervicales hechas un cisco. Se admiran de los juegos de luces que se forman desde el mayor rosetón de las catedrales de Europa -aquí no nos ponemos por poco-, al colega del portal mayor. Los vitrales aportan la descomposición de la luz en infinitud de colorines a excepción del arte contemporáneo que dejó ahumadas las lentes. Miquel Barceló quiso poner grisalla en la Capilla del Santísimo. Es la zona oscura de una basílica levantada como ofrenda de conquistadores a la Virgen sobre los cimientos de los derrotados. Eso es lo que son las historias de la arquitectura. Ahora los cruceristas son los nuevos cruzados de una causa perdida de antemano: Mallorca se ha vencido a sí misma por ser un paraíso de sol, playa, ladrillo y alcohol a bajo precio.

Pero dejemos la cruzada y sigamos haciéndonos cruces con una de las catedrales más instagram, donde hasta las top models se retratan apoyando su esbelto cuerpo sobre la piedra sagrada. El resto de los mortales, ni tan bellos ni tan top, deambulan por las tres naves como quien busca piso. Toman medidas, se hacen a sus hechuras, se admiran o se aburren de las dimensiones gigantescas y en un gesto que ya se está incorporando a la genética contemporánea, sacan su celular y se hacen un autorretrato, ¡qué selfie ni qué niño muerto! Inmediatamente lo cuelgan en las redes sociales y Mallorca vuelve a vivir otro momento de gloria: su fama alcanza cotas inimaginables. Gratis total. ¿Para qué irán a las ferias turísticas estos gobernantes nuestros que hablan de turismo sostenible? ¿Donde se ha visto semejante dislate, si ayer nos despertamos desayunando que Mallorca está alicatando su costa a un promedio de 217 campos de fútbol al año?

A los creyentes solo les queda rezar; a los demás, carpe diem o emigrar.

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