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Palma a la vista

Los llonguets de Nadia

Los Piccone dejaron Argentina y se trasladaron a Palma. El panadero Richard aprendió de Miquel de Pelleteria. Ahora regenta el horno de Misión

El panadero Richard Piccone y su hija Nadia.

A los 44 años, Richard Piccone cruzó el Atlántico y junto a su mujer, Magdalena García y sus cuatro hijos, llegó a Mallorca en 2000. Era la segunda mudanza de este panadero que dejó el "pueblito" de Juan Lacaze, el refugio para navegantes a la entrada a Buenos Aires, donde había nacido, para irse a San Martín, en el Gran Buenos Aires.

"He sido panadero toda mi vida. En Buenos Aires trabajé junto a un gallego hasta que viendo que la situación del país iba de mal en peor, decidimos emigrar. El amigo Herbert nos escribió desde Mallorca. Él se vino a la isla en el 92. Nos animó a dejar aquello y a probar suerte en España. Se murió hace poco", dice Richard, que insiste en rendir homenaje a su embajador en la isla.

No pudo tener mejor maestro a su llegada a Palma ya que Miquel del Forn de Pelleteria le enseñó los secretos de sus populares cremadillos y de las ensaimadas. Ahora esa herencia se ha trasladado a la panadería de la calle Misión, que los Piccone han resucitado tras ocho años de mucho trabajo.

Su hija Nadia atiende sin aliento y sin perder la sonrisa. Se ha granjeado fama de ofrecer unos llonguets muy especiales en la Ruta del llonguet, que se celebra los miércoles, aunque hay algún despistado que va a por ellos en jueves. "Te puedo ofrecer los de siempre, pero los de la ruta se acabaron ayer", indica la panadera con una sonrisa de oreja a oreja. Entre los más solicitados, los que prepara de albondigas en salsa con sepia. Ella aprendió a cocinar a la mallorquina. "Me gusta mucho", comenta.

Nadia remata los bocadillos con una aceituna como si fuera una banderilla. "Es una costumbre que ya iniciamos en Argentina, ponerle la aceituna al chivito", o bocata, en la jerga uruguaya.

Tras el aprendizaje con el fallecido Miquel Pujol, la familia Piccone García cambió de barrio y se trasladó a la zona de las calles Carme y Sant Elíes, al lado de Oms. En Misión se quedaron con la panadería que durante muchos años regentó Damián Ramis, hasta que la cerró por jubilación. "Nos lo pusieron fácil; los empleados de aquí no quisieron cogerla, y nos la quedamos nosotros".

En el barrio son muy apreciados también por el trato que dan a sus clientes. "Es como una gran familia. Muchos vienen y hacen la tertulia, te cuentan cosas; charlamos. Lo cierto es que la vida de un panadero es muy sacrificada. Económicamente sacas para ir tirando, no mucho más. Te compensa la gente del barrio, estas pequeñas cosas que van sucediendo aquí, en la panadería y en estas cuatro calles", subraya Nadia.

"Siempre fuimos supervivientes de la vida", remata el patriarca. A los 44 años hizo maletas con su familia y eligió Mallorca porque a aquel amigo, que ya no está y sigue añorando, le iba bien. Hoy sus empanadas argetinas, sus alfajores de maizena y sus llonguets son ya muy celebrados.

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