Diario de Mallorca

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Crónica de Antaño

Los años de pompa y prosperidad de Jaime III

Al rey de Mallorca le gustaba la vida cortesana y fue asiduo en las solemnidades celebradas en las cortes de Barcelona y París

La tumba del rey Jaime III se encuentra en la Catedral. b. ramon

El primer sábado de abril de 1315 nació en Catania (Sicilia) Jaime, hijo de la condesa de Matagrifón, Isabel de Sabrán, y el infante Ferrando de Mallorca. A su vez, Ferrando era hermano menor del rey de Mallorca, Sancho I. Con los años, el recién nacido estaría destinado a convertirse en sucesor de su tío, coronándose con el nombre de Jaime III de Mallorca. No volveremos a repasar el reinado del tercer Jaime, sino que nos centraremos en la época más oscura: sus primeros años de reinado. Oscura no por estar sometida a murmuraciones e intrigas sino por la escasez de documentación.

De sus primeros meses de vida sí tenemos algunas noticias, gracias al cronista Ramon Muntaner. El cronista catalán era buen amigo de Ferrando. De hecho, por aquellos meses, Muntaner acompañaba al infante, por lo que fue testigo directo del nacimiento de su hijo. Desgraciadamente, la jovencísima condesa de Matagrifón -tenía solo 15 años- murió a los 32 días después de dar a luz, a causa de "que la febre l´havia presa, e mal de sinteria". Ante esta nueva situación, el infante Ferrando pidió a Ramon Muntaner, a quien tenía en gran estima, que se hiciese cargo de su hijo, al que tendría que entregar a su progenitora, la reina madre Esclaramunda de Foix -viuda de Jaime II de Mallorca-, que residía en Perpinyà.

Muntaner aceptó el encargo. Consiguió una nave y contrató a Agnés d´Adri, una viuda del Ampurdán, dama de compañía de Isabel de Cabrera, mujer del noble Bernat de Sarrià. El cronista sabía que Agnés había tenido 22 hijos y que era "molt devota e bona" y pensó que sería una buena cuidadora del infante Jaime. El joven príncipe tenía asignada una nodriza del país que lo alimentaba desde los primeros días de vida, pero Muntaner, precavido, contrató a otras dos, con sus hijos incluidos, para asegurar la alimentación del niño durante el trayecto ("E l´infant havia bona dida e ben complexionada, qui era de Catània, qui el nodria molt graciosament; e menys de la sua dida, jo n´haguí d´altres dues, qui ab llurs infants mis en la nau, per ço que si la una fallia, que les altres fossen aparellades"). Finalmente, se armó la nave con 120 hombres.

Hechos ya los preparativos, el caballero Not de Novelles reunió en la sala del castillo de Catania a "tots quans cavallers catalans e aragoneses e llatins havia a Catània, e tots los honrats ciutadans" y a la tripulación del barco para que fuesen testigos de la cesión solemne del infante Jaime a Ramon Muntaner. La expedición a Perpinyà partió el 1 de agosto y llegó al puerto de Salou el 1 de noviembre. Días después, habiéndose parado previamente en Barcelona, donde el pequeño fue presentado al rey Jaime II de Aragón, la comitiva se dirigió a la capital rosellonesa y allí fue entregado a su abuela, Esclaramunda de Foix y a su tía, la reina María de Anjou, esposa de Sancho I. El rey de Mallorca se encontraba en Francia. Al infante Jaime le fue asignada una pensión que le permitiría una educación digna de un heredero al trono.

Es a partir de estos momentos que la información sobre el futuro rey se diluye. Sí sabemos que en 1322, Sancho I hizo testamento y allí instituía como legítimo heredero al trono a su sobrino Jaime. El pequeño infante tuvo una niñera, na Perellona, que estaba bajo las órdenes de los monarcas. No es aventurado pensar que fue educado bajo el influjo de sus tíos, los reyes de Mallorca. Está más que demostrado y admitido que la corona mallorquina, tanto por su limitada capacidad económica y política como por la influencia del franciscanismo, poseía una corte pequeña y austera, poco dada a la pompa y el lujo. Ese fue el ambiente que rodeó al joven príncipe desde su primer año de existencia.

Cuando en 1324 murió Sancho I de Mallorca, Jaime tenía nueve años. Enseguida se instituyó un Consejo de Regencia, el cual sería presidido por el infante Felipe, hijo menor de Jaime II de Mallorca y hermano de Sancho I. La llegada de Felipe a Mallorca, franciscano espiritual imbuido en la idea de vivir en la estricta pobreza, lejos de relajar las ideas de discreción y austeridad de la corte, las incrementó. Sus exigencias pronto provocaron enérgicas protestas tanto de su pupilo como de las autoridades. Uno piensa que esta herencia tan espartana debería haber marcado significativamente el carácter del joven rey Jaime. En cambio, no fue así. Sin saber muy bien ni el por qué ni el cómo, lo cierto es que ya de joven, el rey mallorquín no disimuló su gusto por la pompa y la vida cortesana. De esta manera, con tan solo 14 años lo encontramos asistiendo al solemne acto en que el rey Eduardo III de Inglaterra rendía vasallaje a Felipe de Valois, rey de Francia. Hacia 1329 lo vemos comprometiéndose a tomar parte de la cruzada a Tierra Santa. En el año 1335, recién acabada su minoría de edad, aparece recorriendo sus estados, haciendo entradas triunfales en las villas más importantes de la Corona. También en esa época fue asiduo en las solemnidades celebradas en las cortes de Barcelona y París. En 1336 se casó con Constanza de Aragón, hermana del rey de Aragón. No tenemos noticias de la boda, pero debió ser una ceremonia digna de reyes.

Está claro que Jaime III conoció y participó de la vida en las cortes reales de su entorno, en un momento, además, en que estas empezaban a dar rienda suelta al lujo y al boato. El rey mallorquín, hijo de esa época, anheló una Corona que se pudiese codear con las principales europeas. Esa actitud, ¿no explicaría la creación de unas nuevas armas heráldicas y una cimera (el ángel custodio) para la casa real mallorquina, muy a la moda entre los reyes y grandes señores de Europa? ¿Y no explicaría también que en 1337 presentase el maravilloso códice iluminado de las Leyes Palatinas (auténtico manual para uso de la corte) o que en esa misma época se hiciese la compilación jurídica recogida en el famoso códice de los Reyes de Mallorca, también bellamente iluminado, una de las joyas medievales que hoy conservamos?

Y la Catedral, en un principio con un proyecto de una sola nave -capilla de la Trinidad y capilla Real- de dimensiones más bien discretas y que de repente, durante esos mismos años, pasó a otro plan mucho más ambicioso de tres altísimas naves. ¿No fue Jaime III quien lo impulsó? ¿No están por ello los primeros pináculos de las naves mayores blasonados con sus armas reales? En fin, fuesen ciertas o no todas esas ensoñaciones y esos aires de grandeza, al final se impuso la realidad. A partir de 1340 se puede dar por finalizada esa época de pompa y prosperidad, pues fue entonces cuando empezó el desencuentro entre el rey Jaime y su cuñado el rey de Aragón, enfrentamiento cada vez más enconado, y que acabó, allí en los llanos de la Llapassa, con el sueño de la Casa Real de Mallorca.

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