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Palma a la vista

Orgullo de barrio

"El Terreno mola" pinta Melicotó en un garaje de la zona. L.D.

Probablemente sea uno de los barrios más castigados de Palma y a la vez más queridos por sus inquilinos. El Terreno es la perla de esta ciudad cuyos gestores se desentienden a menudo de sus mejores zonas.

En lo alto del paseo que da al mar, en la falda verde del castillo de Bellver, la recogida de trastos sigue siendo eso, una declaración de intenciones de un plan que debería dar resultados pero que, por el momento, resulta ineficaz por distintos motivos. Pero sigamos en El Terreno.

Desde las callejuelas que sirvieron de inspiración a Gertrude Stein, a Robert Graves, a Bernanos, a Gabriel Alomar, a Rubén Darío, a Mir y a Rusiñol en los muros de la Sociedad Instructiva que acabarían siendo la sede de Falange, al pintor William E. Cook, a Anthony Kerrigan, a Cela, a las noches de farra del actor Errol Flynn, que habitó una de las preciosas casas con torre de la zona, a la actual dejadez, una nota de esperanza.

En la puerta metálica de un garaje, alguien que firma como melicotó.com ha dado color vegetación a la valla. Caligrafías y virutas de grafiti entre las que se lee Viu el barri, Palma llonguet y Love. En grande, se lee El Terreno mola. Ese orgullo de barrio no es frecuente. Desde lo alto de la ciudad, un signo de esperanza.

Los habitantes de este barrio que son muchos en realidad, tienen orgullo de ser de Gomila, aquellos más cercanos a la plaza más divertida de la ciudad, cuando Mallorca era un destino turístico sin hooligans, sin cruceristas, aunque claro está que ya empezaban los de sol y playa, la antesala de estos nuevos parientes del veraneo en isla del Mediterráneo. Otros tiene a bien considerarse hijos de son Armadans y después están los terreneros, los que aún se reconocen en una zona que podría dar pie a mil y una novelas.

Muchos de los incondicionales de este rincón de Palma hacen suya la lucha por dignificar un barrio que, en manos de franceses, o de los nórdicos, no habría caído en esta dejadez triste, muy triste.

Solo que hoy vamos a colorearnos del verde esperanza de esa valla metálica, de un garaje, de alquien que sueña con pinceles y espray que habita en el mejor de los lugares, y lo pinta a los cuatro vientos. El Terreno mola, escribe.

Xavier Abraham, el presidente de la asociación de vecinos, colgó el letrero de peluquero, y se ha convertido en espoleador de otro Terreno es posible. Cuenta con el apoyo de vecinos guerreros que desde blogs, o en atalayas de poesía y belleza o en lugares de encuentro recuperados al calor de una copa y buena música, están rescatando su barrio del sopor y el decaimiento.

Queda mucho por hacer. Aún hay que conseguir que los nuevos vecinos se involucren en la vida del que fue uno de los oasis de esta ciudad que si no se revuelve, se convertirá en otra urbe más.

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