Han subido a las terrazas de la Catedral y han buscado robiols y ensaimadas en su arquitectura, han entrado en los hornos más antiguos de Palma y han metido la cabeza, literalmente, donde el pan se cuece a fuego lento, han paseado por el barrio del Jonquet y han imaginado jardines en sus azoteas y diseñado puertas con telas de llengos, han debatido a la sombra de los árboles junto a los molinos, han visitado edificios de autores tan reconocidos como el de la Ópera de Sídney, Jorn Utzon, y el Kursaal de San Sebastián, Rafael Moneo, y han asistido a conferencias de otros prestigiosos arquitectos. Todo esto y mucho más es lo que han hecho durante una semana 35 estudiantes de Arquitectura de todo el mundo en los dos talleres intensivos y especializados que han tenido lugar en Ciutat.

Hoy finaliza el organizado por la plataforma Q9, centrado en los hornos y postres tradicionales, y la semana pasada se llevó a cabo Formatting Architecture, cuyos 12 alumnos se inspiraron en el Jonquet. Durante el verano, hay una gran variedad de talleres en numerosas ciudades dirigidos tanto a futuros arquitectos como a recién licenciados, y Palma se ha sumado a esta oferta. "Es un lugar precioso donde pueden aprender mucho en muy poco tiempo, tanto por la intensidad de las actividades como por las experiencias vividas. Cuando se apuntan a un taller, buscan salir de los estudios habituales del curso para profundizar en un tema concreto", explica el editor de Q9, Miguel Ángel Aguiló. Y en la capital balear hay suficiente materia prima para ello.

"Visitar la Catedral o un patio mallorquín, pasear por la trama urbana del centro histórico, ver cómo se gradúa la luz con estos porticones de la sede del COAIB (Colegio Oficial de Arquitectos de Balears), donde realizamos las sesiones de trabajo... -enumera la arquitecta Eva Prats-. Todo esto es muy interesante para gente que viene de Suiza o México, por ejemplo, y puede que les sirva en el futuro para aplicarlo a alguna obra". La directora académica del taller Local y Visitante, junto con Ricardo Flores, añade que el tema escogido, los hornos de Palma, se puede extrapolar a una necesidad urbanística de la que se empieza a hablar ahora y que, tal vez, los actuales estudiantes de su curso deberán resolver cuando sean profesionales.

Eva Prats se refiere a que "los hornos siguen siendo centros de fabricación dentro de la ciudad, una situación que en el siglo XX se fue perdiendo. En cambio, aquí esta tradición continúa viva y nos parece que es el futuro para las urbes, que vuelvan a ser productivas -con industrias no contaminantes- para evitar los elevados costes de movilidad y problemas que ha provocado trasladar al extrarradio los centros de producción". Además de la alimentación, "potenciando los huertos urbanos", cita sectores como la moda o la artesanía que podrían volver a las ciudades. Por ahora, los alumnos del taller han profundizado en los hornos para "estudiar la relación que se establece allí entre los residentes y visitantes, coger información de las calles y plazas donde están, y ofrecer propuestas para diseñar otros espacios de intercambio".

Ideas y debate

Los talleres son un hervidero de ideas y "su valor no reside en el resultado, sino en la discusión enriquecida. Mientras haya una alta intensidad de aportaciones, ideas y debate, el trabajo habrá sido un éxito", argumenta Toni Gelabert, el director del taller del Jonquet con Néstor Montenegro, ambos del despacho Extudio. "No ponemos nota", destaca para diferenciar este planteamiento respecto al de la universidad, donde "hay más responsabilidad al final del proceso". Los cursos de verano "son menos reglados, lo que permite a los estudiantes ser más propositivos y no tener miedo a equivocarse, algo que favorece el aprendizaje", según compara Gelabert, que además de arquitecto es profesor.

En cuanto a las experiencias vitales que aportan, equipara los talleres a los festivales de música. "En ambos casos acude gente de todas partes y viven juntos una experiencia intensa en un sitio privilegiado y apetecible, debido a que no solo son importantes los contenidos, sino también el lugar, y en este sentido Palma tiene mucho que aportar". El "espíritu vacacional" supone "conocer otras personas y tener ganas de compartir y absorber todo lo nuevo que les ocurre durante una semana". Además, tienen "perfiles parecidos y un interés común, la arquitectura", que es alimentado también con visitas a inmuebles reconocidos, como Can Lis, de Utzon; la Fundació Miró, de Moneo; el Centre Bit de es Raiguer, de Campo-Baeza; y el Casal Balaguer, de Xisco Pizà, Se Duch, además de Flores y Prats, quienes precisamente se encargan del otro taller de Ciutat.

Del dulce a la piedra

Estos arquitectos con estudio en Barcelona conocen Palma de sus frecuentes visitas para llevar a cabo proyectos como el citado, el histórico casal de la calle Unió, y siempre les ha sorprendido "el tiempo lento de los hornos y su cariño por la repostería típica, que sigue intacta, auténtica, pese a los cambios provocados por el turismo", destaca Ricardo Flores. Por deformación profesional, ven en los tradicionales dulces mallorquines similitudes con la arquitectura: "La estructura de la repostería es muy constructiva. Por ejemplo, la ensaimada se puede parecer a las escaleras de caracol de la Catedral, espirales por dentro y facetadas por fuera, como la típica caja octogonal donde se guardan". Otro caso, la coca de patata, "tan suave por dentro y con una capa más dura por fuera, como algunos tipos de arquitectura", especifica. Por ello, los primeros días los alumnos se dedicaron a dibujar los postres tradicionales con lápiz, compás, escuadra y cartabón. Y luego se inspiraron en ellos para hacer sus creaciones arquitectónicas en un entorno distendido.

Gelabert resalta que los cursos "ofrecen un punto de vista más arriesgado". Los organizadores no quieren que los participantes sean "formales ni realistas, ya que no se buscan soluciones ni se ejecutan proyectos, sino que se trata de que se comprometan con lo planteado y aporten una nueva mirada a una controversia existente", afirma refiriéndose a la situación del Jonquet. El taller Formatting Architecture centró su primera edición, el año pasado, en el edificio de Gesa y ahora lo ha hecho en el barrio marinero. Ambos casos "tienen un futuro que todavía no está claramente definido, existen intereses muy fuertes y no complementarios, por lo que hay enfrentamiento de posiciones", resume el codirector. Afirma que es otro aliciente para los estudiantes, porque "llegan a una ciudad nueva y ven que van a debatir y trabajar sobre un lugar de interés, seguido por la prensa, los vecinos y los políticos". Por ello les anima a "asumir el papel de expertos, con capacidad para buscar consensos y abrir vías que logren que las controversias encuentren espacios en los que convivir", según dice.

Los alumnos no analizaron si hay que construir en el solar de los Rentadors o del Mar i Terra, ni tampoco si estas edificaciones tienen que respetar la estructura tradicional o utilizar el lenguaje del paseo Marítimo, sino que propusieron genéricamente un encuentro entre la trama urbana de Santa Catalina y el Jonquet, e "intensificar el espacio público del barrio", tal como resumieron en sus conclusiones.

Tanto ellos como los 23 que hoy finalizan el taller de dulces y hornos se llevan de Palma una mochila cargada de experiencias, aprendizaje, nuevos amigos, una arquitectura con tesoros ocultos y más de una ensaimada.