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Palma a Palma

Arqueóloga del VHS

Arqueóloga del VHS

Las tecnologías obsoletas también tienen su atractivo. Los cambios acelerados hacen que uno acumule aparatos inservibles. Por ejemplo, las cintas de VHS en las que durante años todos fuimos grabando nuestras películas predilectas. Teniendo en cuenta su tamaño, terminaron por ocupar un espacio considerable. Con aquellas malditas etiquetas que siempre se acababan despegando. Escritas con letra más o menos temblorosa. En más de una ocasión piensas en tirarlas en bloque a la basura.

Pero, ojo, estas cintas caseras de VHS son una especie de pecio del Titanic de nuestra memoria. Porque las grabaciones nunca eran exactas. Se programaba el vídeo para una peli, y a veces comenzaba a grabar mucho antes. O terminaba después. Días más tarde, añadías otra grabación que no apuntabas y que, por eso, se sumergía en los abismos oceánicos del olvido.

De modo que en el interior de cada cinta de VHS vive un mundo por descubrir. Porque pasados veinte, veinticinco años, no recuerdas nada. La guardas como una reliquia. Ignorando su gran valor para la arqueología del recuerdo.

Yo recomiendo a todas las personas nostálgicas y sentimentales alimentarse de VHS. En primer lugar, la consistencia de la imagen, los parásitos, el sonido ligeramente saturado, resultan inconfundibles. Lo mismo que esos saltos de cuadro que entonces tanto te molestaban y que ahora contemplas extasiado. Porque te sumergen en una especie de viaje sentimental a los años 80 y 90.

Pero, además, el defecto de grabar mal y a deshora resulta años después una bendición. Porque te permite conservar esos interespacios que creías olvidados. Por ejemplo las carátulas, los indicativos o moscas de pantalla. Y sobre todo los anuncios. Deliciosamente pasados de moda.

¡Qué recuerdos! Esas músicas, esos eslóganes que hoy ves ridículos y antiguos, esos productos ya desaparecidos. Más que las pelis, son los contenidos accesorios los que te acaban transportando a tu yo del pasado.

Y todo gracias a una cinta de VHS que estabas a punto de tirar y ahora vale como un tesoro.

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