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Corrupción en la Policía Local

Un testigo afirma que la Policía Local de Palma le hacía dos redadas cada fin de semana

Un empresario detalla que 80 agentes entraban en su local con chalecos antibalas y metralletas - Su negocio era competencia del local de un policía

El empresario arruinado explotó varios locales de la plaza Gomila, que fueron precintados.

Un empresario nocturno de Palma ha detallado al juez el acoso constante que sufrió durante meses por el GAP de la Policía Local, que cada fin de semana realizaba dos redadas en su local de la plaza Gomila. Eran actuaciones cuando menos espectaculares, con la presencia de unos 80 policías que acudían armados con metralletas, chalecos antibalas y escudos de protección. Siempre actuaban a la misma hora, sobre las dos de la madrugada, cuando más público había en la sala. La clientela, como consecuencia de estas insistentes redadas, dejó de acudir al local y se trasladó a otro negocio nocturno que, casualmente, era propiedad de uno de los policías investigados.

Lo perdió todo

El empresario perdió todo el dinero que había invertido para la reforma del local y pasó de tener cada noche a unas 1.600 personas, a únicamente 15 clientes. Cayó en la ruina y tuvo que vivir con su mujer y su hijo en una de las habitaciones del sótano por el acoso al que le sometió la Policía Local de Palma. En las redadas, que se hacían cuando había más clientes, se seguía el protocolo habitual. Los policías ordenaban al personal y a los clientes que sacaran todo lo que llevaban en el bolsillo, les ponían contra la pared con las manos en alto y los cacheaban. Algunos clientes llevaban droga y se deshacían de ella antes de ser cacheados. Cuando los policías la localizaban, según el denunciante, la cogían y se la llevaban. Nunca le entregaron una sola acta de incautación y jamás fue multado por la droga intervenida. Cuando acababa la redada, entraban siempre los mismos policías de la Patrulla Verde, todos ellos investigados por corrupción. "Aparte de reirse, como siempre, esperaban a que no hubiera nadie en el local para decirme buenas noches y hasta otro día". Aunque no le sancionaban por tenencia de drogas, sí le imponían multas por incumplimientos administrativos, como por ejemplo tener música y permitir que los clientes bailaran, porque el local no tenía permiso de discoteca. Llegó a recibir varias multas de 60.000 euros cada una y, además, como un hecho insólito, la Policía Local le precintó la pista de baile, mientras que permitía que el negocio siguiera abierto.

Este local tenía éxito porque, aparte de su gran aforo, había logrado acoger a una clientela de personas de origen sudamericano. Y se convirtió en la principal competencia de otro local nocturno que era propiedad de uno de los policías locales implicados en la trama, que tras provocar que el testigo perdiera todo lo que tenía, consiguió acoger a toda su clientela, con los beneficios económicos que ello suponía.

Este empresario que ha contado estos hechos al juez explotó dos locales, ambos en la plaza Gomila. El primero era un antiguo prostíbulo, que convirtió en discoteca. Obtuvo una licencia de café concierto, como la mayoría de locales abiertos en esta zona nocturna. Recordó con todo detalle cómo los policías, al comprobar que todos la documentación estaba en regla, empezaron a fijarse en otros detalles del local, como por ejemplo las salidas. Buscaban, según el denunciante, excusas para denunciarle.

Precintos

Tuvo que abandonar este local y abrió otro negocio. El empresario detalló que pronto acudió la Patrulla Verde a realizar una inspección. Los policías le precintaron el local, con la excusa de que se habían cambiado las medidas de evacuación y le aconsejaron que, si quería volver a tener licencia, debía recuperar el estado inicial. Aunque comprobó que el local llevaba más de diez años con la misma estructura, decidió seguir el consejo de la Policía, e invirtió 200.000 euros en una amplia reforma. A pesar de ello, terminó perdiendo también este segundo negocio porque, según su declaración, el acoso policial fue continuo. Antes de cerrarlo, la Policía le precintó el local por superar solo en tres decibelios el nivel de ruido permitido.

Este testigo quiso destacar en la declaración que realizó ante el juez Penalva y el fiscal Subirán el degradante trato que recibía cuando se realizaban las redadas. En concreto, nombró a uno de los policías implicados en la trama, que "se mofaba y se reía cuando me sancionaban".

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