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Corrupción en la Policía Local

Un policía local ofrecía papeles a las inmigrantes si se acostaban con él

Varios testigos relatan cómo los agentes mostraban armas en los bares para no pagar la cuenta

El policía Juan V. (centro) encañonaba a los traficantes para quitarles la droga y el dinero que habían ganado.

El policía local que está en prisión por corrupción, Miguel E., ofrecía a las mujeres inmigrantes que podría conseguirles los documentos de residencia si, a cambio, mantenía relaciones sexuales con él. Esta situación la describe, con todo tipo de detalle, una testigo de nacionalidad rumana, que tuvo una estrecha relación con varios policías locales de Palma, sobre todo con los que trabajaban en el horario nocturno. Su declaración está incluida en el sumario de la trama corrupta de la Policía Local de Palma, que instruye el juez Penalva y el fiscal Subirán.

Esta mujer mantenía una fluida relación con un grupo de rumanos y así conoció a otro de los policías locales de Palma que también está en prisión. Se trata de Joan V., que también está acusado de recibir sobres con dinero de los empresarios, de ser invitado a tener relaciones sexuales con las prostitutas pero, sobre todo, de llevarse una parte de las ganancias que obtenían los carteristasque actuaban en Palma. La mujer de este policía es rumana y ello facilitó la amistad con algunos testigos que han declarado ante el juez. Este policía local entraba cada vez que quería en los prostíbulos de la ciudad para tener relaciones sexuales con las mujeres. A veces lograba estas relaciones porque protegía a las prostitutas del local, pero otras se presentaba en los locales como policía local de Palma, mostrando su placa y los gerentes del club se lo permitían.

"No se qué tengo en el bolsillo de atrás que me molesta", decía en ocasiones el policía local cuando acudía a un restaurante y no quería pagar la cuenta. Para dejar claro que se trataba de un policía, sacaba su pistola y la colocaba en la mesa. Esta situación impresionaba al personal del negocio, pero también a las personas con las que compartía manteles. Juan V., según la testigo, siempre conseguía su objetivo, porque el dueño del restaurante prefería invitarle, para evitar futuros problemas.

Este policía aprendió la lengua rumana para poder controlar a estos extranjeros que se dedican a la delincuencia. La testigo confirma, como sospechaban los investigadores, que se dedicaba a avisar a estos delincuentes de las áreas de la ciudad donde había más presencia policial, para que no aparecieran por la zona y actuaran en otras barriadas. A cambio de estos chivatazos, el funcionario se llevaba una parte del dinero que conseguían estos carteristas.

También actuaba, según la testigo, como agente inmobiliario. Debido a que la mayoría de rumanos con los que se relacionaba no tenían papeles, alquilaba pisos a su nombre, cobrándoles la misma comisión que exige una inmobiliaria.

Juan V., además, también es cocainómano, según refieren los testigos que le conocían. No compraba la droga, sino que se la quitaba directamente a los traficantes. "Les decía que tenían que darle las gracias porque no hacía ningún atestado". El policía no ocultaba estas actuaciones, incluso presumía de estos robos cuando estaba cenando con sus amigos. Con los camellos que se resistían a entregarle la droga, el agente les obligaba a que les acompañara al lavabo y allí les enseñaba la placa y la pistola. No solo les quitaba la cocaína, sino también el dinero que habían ganado.

El funcionario del Ayuntamiento de Palma tenía un contacto con la Policía Nacional, que era quien le daba información sobre investigaciones que se realizaban sobre grupos de delincuentes rumanos que actuaban en Palma. El policía local comunicaba toda esta información a estos extranjeros, a cambio de 50 euros.

Le encañonó con el arma

La testigo detalló un episodio durante la celebración del bautizo de uno de estos extranjeros, que invitó al policía y a su mujer rumana, que había sido prostituta. Según su declaración, la mujer quería cocaína y se la pidió al anfitrión de la fiesta. Le puso una condición para dársela: que accediera a tener sexo con él. La pareja del policía acompañó al vendedor al baño. Juan V. "lo observó todo y fue detrás de ellos". Los sorprendió manteniendo relaciones. A pesar de que el rumano era una persona alta y fuerte, el policía local sacó una pistola y le encañonó. No disparó porque le advirtió que "no saldría de allí".

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