La iglesia de la Santa Fe fue un año más el punto de encuentro de los conductores católicos que querían renovar la bendición de su patrón, Sant Cristòfol. Centenares de vehículos -coches particulares, taxis, motos, camiones, incluso alguna bicicleta- se acercaron al barrio palmesano de la Calatrava para cumplir la tradición del 10 de julio.

El padre Antoni Alzamora, rector de la parroquia de Santa Eulàlia, se encargó de agitar el hisopo al paso de cada vehículo y esparcir el agua bendita. El horario de las bendiciones fue más reducido que en otros años (dos horas por la mañana y una por la tarde).

La mayoría de conductores se pararon un rato a hablar con el sacerdote y dejar una limosna en el cepillo. A cambio, recibieron una estampilla del santo con la pretensión de que les proteja de un posible accidente de tráfico. Otros conductores también aprovecharon el recorrido para besar la mano del gigante Sant Cristòfol.

Los más devotos se acercaron a Santa Fe varias veces para que todos sus coches recibieran la bendición, mientras que los pocos turistas que se atrevían a caminar bajo el intenso sol se quedaban perplejos al ver el ritual de bendición de los automovilistas.