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PALMA A PALMA

La ciudad estamentada

La ciudad es una realidad cambiante. Ocurre como con los rostros conocidos. Que de verlos tan a menudo, nos resulta difícil apreciar las transformaciones. Pero se producen. Y conforme pasa el tiempo, generan a su vez nuevos procesos.

Recuerdo la Palma de otros tiempos. Una ciudad con un centro estático, adornado con el decorado turístico. A su lado, una serie de barriadas que se iban diluyendo unas en otras. Y más allá, los barrios más populares y sencillos. Era una ciudad en cierto modo segmentada, pero intercomunicada.

La Ciutat actual es otra cosa, y cada vez más. Los cambios de modelo económico han acelerado una transformación que, incluso vista día a día, resulta de lo más palpable. Todo está cambiando a una gran velocidad, sin que exista realmente una crónica de lo que sucede. Cara al futuro, este proceso puede tener tanta importancia como el derribo de las murallas de principios del XX.

Todo ha empezado por la macrocefalia del centro. Los nuevos modelos turísticos a base de alquiler turístico y también los megacruceros, han acabado con el antiguo modelo turista-playa-hotel. El turismo se ha hecho urbano, y en muchos casos semiresidencial. El centro se ha visto invadido por una demanda turística creciente, que potencia la subida estratosférica de los precios. Y los usos de antes se ven sustituidos por otros nuevos. Residentes de lujo, tiendas turísticas, ocio nocturno.

La ciudad se ha estamentado. Alrededor de ese centro nucleizado, los barrios han ido acogiendo la verdadera vida ciudadana que huye del centro. La gente que no puede pagarse un piso donde vivía. Los comercios usuales, la vida ajena al flujo turístico. Mientras que en la periferia, la actividad turística ha generado una nueva población de muy escasos medios. Precaria y marginal. De contratos abusivos, salarios bajos y pocas condiciones sociales. Que conforma una realidad que hace años no se conocía.

La Palma de ahora mismo tiene muy poco que ver con la de hace veinte años. Y por lo que parece, la de dentro de cinco años todavía se parecerá menos. Porque los cambios se aceleran y en muchos aspectos son irreversibles.

La ciudad inmóvil, monolítica que evoca nuestra literatura ciudadana, se hunde como un Titanic. Mientras la orquesta sigue tocando como si nada pasara.

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