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Palma a la vista

Berta Cáceres 'vive' en ses Veles

Fragmento del mural dedicado a Berta Cáceres. L.D.

La noche del 3 de marzo, la líder indigenista, medioambiental y feminista Berta Cáceres fue asesinada en su casa. La activista hondureña era molesta en un país en el que la codicia no se detiene ante la vida, la siega. Entre 2002 y 2014, la organización internacional Global Witness ha revelado que 111 activistas medioambientales han sido asesinados. Berta Cáceres no ha sido la última. Los sicarios no se detuvieron ni ante una persona tan significada internacionalmente como Berta, ganadora del prestigioso premio Medioambiental Goldman. Desde Palma, desde la asociación de Ses Veles, se la recuerda en un mural.

Apenas un mes después del asesinato de la activista, los artistas callejeros Somart y Enzo se ponían mano a mano ante un muro de un solar vacío que da a la plaza de ses Veles. "Berta Cáceres vive" se lee sobre fondo blanco y rodeado de una jungla de flores, mazorcas, tigres, un tucán. En las esquinas, las firmas de sus autores, Somart y Enzo. Es decir, Marc Peris y Ezequiel Cánovas.

En ese muro de ladrillos, que antes alguien dibujó una estela de barcos de papel, hoy es un muro por la dignidad de una mujer luchadora como pocas, que ha pagado con su vida, su negación a vender su tierra, la de sus antepasados, los lenca.

El proyecto de construcción de una presa, la de Agua Zarca en el río Gualcarque, fue contestado por los indígenas. Berta logró movilizar a miles de personas que dijeron que no, que sin su consulta, no se podía construir en sus propiedades. En Honduras el crimen contra los campesinos, los indígenas, los activistas que se oponen a los intereses sin medida de algunos monopolios es habitual. El gobierno mira para otro lado. Berta Cáceres consiguió con su fortaleza que el Banco Mundial y la constructora china Sinohydro se retiraran del proyecto de la presa. No ocurrió igual con una empresa hondureña. Pero la activista pagó con su vida.

"Terra, pa , feina, vida"

En el más puro sentido del llamado street art o arte callejero, Somart y Enzo agarran las brochas y pintan a todo color un homenaje a quien luchó por el derecho a no vender ni la tierra sagrada, ni los ríos comunitarios por un puñado de dólares.

A miles de kilómetros dos artistas se hacen eco de un pequeño vecindario que a través de su asociación cede un muro de nadie para pintar con los colores más alegres un grito de vida. Ese trozo de selva hondureña ha sido trasladado a Palma porque no hay fronteras para el reclamo de justicia universal, de reparto equitativo de los bienes. Como se lee en el grafiti del mural: "Terra, pa, feina, vida".

En el pequeño parque, un domingo de verano, un anciano se deja la escasa vista sobre un periódico y una niña de falda de vuelo se sube al columpio dispuesta a balancear su sueño. La pequeña vida de lugares que no salen en las guías turísticas y que son la ciudad de verdad que es Palma. Berta Cáceres vive en ses Veles.

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