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Palma a la vista

Ciudad inmobiliaria

En una misma calle conviven el negro y el blanco: en contra de los pisos de alquiler turístico y enfrente un "Se alquila"

La polémica sobre los pisos de alquiler turístico está en la calle. ¿Dónde si no?

Hablan de repunte en la construcción, de la mano de rehabilitaciones y reformas. Los bancos liquidan sus oficinas de periferia que abrieron para sacar rédito a la consigna de ofrecer hipotecas a quien no podía pagarlas, y vuelven al centro de la ciudad donde abren grandes sucursales. Aquí no ha pasado nada. Ellos han hecho caja. Quien se quede en la cuneta, que se las apañe. Hablan de recuperación económica pero una de cada cinco personas en Balears va a ser pobre. Lo dijo Cáritas. Nada sospechosa de peinarse con coleta. Y en el inicio del verano, que para todos es el 40 de mayo, o sea, hoy, el runrún de los pisos de alquiler turístico está en la calle. ¿Dónde si no? Palma es más que nunca Ciudad Inmobiliaria.

En una sola y no muy larga, aunque sí transitada arteria de la ciudad, en la calle del Carmen, se produce el blanco y negro del parqué inmobiliario. Mientras alguien ha pintado, sin alardes, sin necesidad de enfatizar sirviéndose de letras de molde como sí hicieron en lo viejo de la ciudad en los varapalos al turismo, un reclamo: "Per l´abolició dels pisos turistics". Enfrente se ha colgado un Se alquila. Solo un gato negro observa. El mercado inmobiliario está que maúlla.

En Carmen también, dos operarios observan un edificio ruinoso que va a ser rehabilitado para albergar viviendas. Aún luce los restos del letrero Bodega y Vinos Carmen. Desmiente que se vaya a construir un hotel. No muy lejos hay dos. Sí que en el espacio donde se trasegó con el morapio se va a dejar para local comercial. Confirman, eso sí, que el edificio está que se cae, deshecho como pasta de hojaldre. "Estamos acostumbrados a trabajos de este tipo", dice el amable operario.

Estamos llegando al paroxismo aprovechando el tirón coyuntural del aumento del turismo provocado por el miedo a viajar a destinos competidores, hoy sacudidos por el fundamentalismo. El desplazamiento hacia Balears fundamentalmente tras años de parón económico nos ha enviciado. Todos nos hemos puesto a alquilar habitaciones, segundas residencias, incluso hay quien se ha ido a vivir con sus padres y ha puesto en alquiler su casa. ¿Se hace por necesidad o por la codicia, que a todos nos sacude como manzana tentadora, de hacernos con unos cuantos miles de euros más?

Hace años, Tomas Graves, uno de los hijos del escritor Robert Graves, ya escribió que los mallorquines nos estábamos convirtiendo en los jardineros de nuestras casas al vendérselas a los extranjeros. Cierto. Somos el sector servicios y ellos son los amos. En nuestra tierra. En nuestra casa. ¿Colonialismo de sol y playa?

Desde el Govern anuncian la regulación para el espinoso tema del turismo vacacional para el próximo año. ¿Estaremos a tiempo?

Desaceleración. Lo están diciendo, por activa, por pasiva, ecologistas intelectualmente bien armados, economistas fundamentados. Si seguimos así, no va a haber pastel para nadie. ¿Quién quiere harina cuando tiene sed?

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