Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Palma a la vista

El Almirante de piedra

Dibujo de Feliu Renom sobre un edificio que le atrae con sus "cajones superpuestos". L.D.

Un arquitecto te puede enseñar a ver la ciudad desde las líneas. Tiene perspectiva. Un dibujante transforma las líneas en un grito, un suspiro; también las convierte en un silbido. Tiene mano.

Fue precisamente un arquitecto el que me hizo caer en la cuenta de un edificio por el que yo había pasado una mirada blanca, sin prestarle la más mínima atención. Solo veía en él un pequeño rascacielos en el muy residencial barrio de Son Armadans. Tres o cuatro días después vi esa torre alta dibujada en un libro de apuntes de Palma. Las ciudades son bucles de coincidencias. De la arquitectura al dibujo. Siempre la mirada.

El edificio en cuestión es el llamado Almirante, un proyecto de Claudio Carmona Sanz, que levantó en los años setenta este arquitecto catalán. Carlos Garrido lo consignó en su serie Casas de Palma que publicó once años atrás el suplemento La Almudaina de este periódico.

Ubicado en la calle de Juníper Serra y la plaza Almirall Churruca, se asienta en un rincón que lo convierte en faro o atalaya del barrio de Son Armadans ya que mira al mar y al bosque de Bellver. Lo mejor de Palma.

Sus once alturas se rematan al exterior por unos balcones que parecen barquichuelas, que le confieren un aspecto contundente sin restarle ligereza. El contraste al utilizar materiales tenaces en formas de ingeniería naval le otorga cierto riesgo. El inmueble cubo se remata con un piso sombrero que otorga un carácter dinámico a este Almirante de piedra.

Su poderosa presencia da la espalda a lo más tranquilo de la zona, la plazuela, y se abre en la esquina al bullicio de una Gomila en sus tiempos de gloria, los setenta, de Barbarela y el Joe's.

En aquella década, Palma, sin embargo, no era muy ambiciosa en arquitecturas singulares, aunque hay algún buen ejemplo que enmienda la afirmación anterior. La obra de Carmona Sanz es valiente en una ciudad de mínimos riesgos vanguardistas.

Garrido indica que el cliente fue la promotora Promoción Singular. Los arquitectos siempre han vindicado la necesaria complicidad entre el cliente y ellos mismos para que un buen proyecto llegue a puerto. Suelen quejarse porque el matrimonio a menudo tiene serios problemas, incluso divorcios. El Almirante recaló sin tormentas. El barrio, la ciudad, sus habitantes debemos estarle agradecido.

Ahora ya no paso una mirada blanca sino llena de azules y verdes, el del mar de esos balcones barca que miran al horizonte y a la montaña, a un pequeño barrio de casas bajas, de alguna intervención contemporánea, y muy cercano al hotel y viviendas de Francesc Mitjans, un buen arquitecto. Gracias Felipe, gracias Feliu. Gracias Carlos.

Compartir el artículo

stats