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Palma a la vista

El pintor Degas se hace coach

Alguien ha dibujado en una pared una bailarina. En su equilibrio de paso con zapatillas de punta, se lee: "Sonríe"

La bailarina y su mensaje, muy cerca de la Costa de sa Pols.

Igual que un encerado de colegio, algunos muros de las ciudades son pródigos en dibujos, caligrafías, números. Una familia de signos a la espera de que alguien le eche el ojo. Ese es el objetivo, en la mayoría de los casos, de las paredes pintadas que lucen mensajes tan simples como un "Sonríe".

El petroglifo de buen rollito está en una calle escalera, que te lleva a oler flores o de subida, a darte de bruces con el meandro comercial de Palma, Sant Miquel street.

Un estilismo afinado, de línea silueta, para dibujar a una bailarina haciendo equilibrios en un paso con zapatillas de punta y ataviada con el tutú, muy Degas. A sus pies, el "sonríe". El pintor se hace coach.

Hay que toparse con muchas danzarinas para callejear de sonrisa en sonrisa. No siempre se lo pone fácil la vida porque es tozuda en darnos cal y arena. Más de uno encalaría paredes para hurtarles esos gestos de dibujantes de piedra que toda ciudad tiene.

Como no todo van a ser pintadas insulto, pintadas algarada, frases protesta contra los turistas, hay quien prefiere obviar que somos una Venecia en seco y sin san Marcos, un París sin torre Eiffel pero con un Bou de Calatrava, un Berlín sin puerta de Brandeburgo pero con algunas bierstrasse y dedicarse a los indígenas que estamos un tanto alicaídos con tanto éxito de ciudad sin redundar en los pequeños bolsillos.

Palma está que se sale con mensajes de spray. Lástima que muy pocos cultiven el ingenio del verbo porque en sus mantras de auto ayuda, hay un exceso de buenismo.

En el afán de llevarnos al País de las Maravillas para consolarnos, algunos comercios de Palma escriben frases en sus pequeñas pizarras. Entre anuncio de café con leche, ensaimada, bocata de jamón y queso a módico precio, insertan frases de auto ayuda.

La mayoría se limitan a dibujar una carita sonriente y un ¡happy day! al lado. Pero hay otros que se emplean a fondo. Un ejemplo: "Se tan feliz que cuando otros te miren, sean felices también". El dueño de este bar periférico suele cambiar el encerado un par de veces a la semana con frases distintas. Después está quien nos lustra como en la pizarra de la librería Babel donde se pueden leer elegantes frases eróticas a algunas sentencias del ilustrado de turno. El librero elige bien sus consignas de encerado.

Hay quien ha visto salir del muro a esa bailarina, no risueña precisamente, para subir por la Costa de la Pols y marcarse unos pasos mientras algún que otro turista le toma fotos y un escritor mira su hoja en blanco.

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