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Palma a la vista

Todos somos turistas

Accidentales o de por vida, pero estamos aquí de paso - Si hemos nacido en un paraíso, hay que asumir que todos quieren un pedacito

Bellver, una de las postales que un turista como es debido no debe perderse. feliu renom

No hay nada mejor para relativizar que subirse a un avión y ver cómo todo, la casa, la calle, los campos, playas, montañas, la isla entera, se reducen hasta desaparecer.

¿Van a relativizar las consecuencias de su paso por isla Agobio los veintiséis millones de turistas que este verano van a venir aquí de vacaciones?

¿Acaso lo hace usted cuando se monta en un avión y se va a Barcelona a sumergirse en un saturado barrio gótico, o cuando coge un rápido rumbo a Eivissa y Formentera, donde entre junio, julio y agosto, no cabe ni un alfiler? ¿Se plantea que Venecia se hunde cuando sueña mecerse en una góndola?

Hace años que los isleños vivimos en la doble moral. Mientras con una mano aceptamos la pasta que depara la industria turística, con la otra nos hacemos cruces cada nueva temporada. Tenemos una relación de amor necesario hacia los visitantes, y nada es menos erótico y estimulante que la necesidad.

El mal necesario es puro maquiavelismo, y en la industria turística, sus próceres, es decir, hoteleros, y sus lacayos políticos, se llenan la boca asegurando que nuestra fuente de riqueza es el turismo. Por tanto, agárrate los machos. Si la crisis en países ribereños continua, si el fundamentalismo yihadista sigue su carrera hacia el corazón de las tinieblas, tenemos saturación para rato.

Hasta que la Administración pacte con valentía medidas de corrección que adelgacen este músculo vigoréxico, será mejor que nos relajemos.

No seamos tacaños. Compartamos la belleza. Seamos solidarios. Nos ha tocado en suerte esta perla, no vamos a ser los únicos que queramos disfrutarla.

Además, si hemos sido nosotros, los afortunados, los que peor la hemos tratado. ¿A qué viene esa dureza con los millones de personas que quieren salir de sus grises países y darse un baño mediterráneo?

Todos somos turistas. Estamos aquí de paso. Si la Fortuna nos ha colocado en esta parte del planeta, en un paraíso, tendremos que asumir que es lógico, lícito, incontestable, que todos quieran tener un pedacito del mismo.

¿Acaso no vamos en busca de otros paraísos cuando nos calamos las botas de montaña y nos vamos a Pirineos, o no queremos hacernos éter al contemplar extasiados cómo queman a sus muertos en el Ganges, o no nos gusta contar a nuestros amigos que un tiburón nos rozó la aleta buceando en las Maldivas? Incluso, se nos llena la boca contando cariacontecidos el hambre que hemos retratado en nuestras miles de fotos con la tablet en nuestro último viaje a África.

No seamos hipócritas. El siglo XV fue el de descubrimientos, el XIX, el de aventuras; el XX y el XXI el de turismo de masas. Somos uno de ellos. Me voy a subir a un avión a ver si relativizo.

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