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Comercio histórico

La Espardenyeria Llinàs se despide a ritmo de 'Volare'

Margalida Guilabert, acompañada de sus familiares, algunos llegados de Italia, quiso festejar el inminente cierre el 30 de abril

Margalida Guilabert Llinàs, con sus familiares, ayer en la fiesta de despedida. Guillem Bosch

Nunca lo ha estado pero en una despedida es mejor estar acompañado. Margalida Guilabert Llinàs, la propietaria de la Espardenyeria Llinàs, se anticipó ayer al cierre del negocio familiar, el próximo 30 de abril, acompañada de sus familiares. Emocionada y agradecida por la presencia en Palma de su prima Cecilia Rivetti Llinàs que acompañada de su marido, Cesare, han viajado desde Génova.

"Esta alpargatería ha sido mi vida, porque aunque no vivía en Mallorca, venía todos los veranos. He seguido viniendo a Mallorca, y tenía un piso, en de Can Corbellà en Cort, hasta que al morir mi madre, dejamos de venir. ¡Pero hoy no podía faltar!", dice con una sonrisa cómplice con su prima Margalida. Ella sonreía porque también la acompañó su otra prima, Linuccia, que sí vive en Palma.

Se da la circunstancia que entre los Llinàs, Italia es un país clave. El padre de Cecilia fue uno de los italianos que llegó con el conde Rossi a Mallorca a luchar en el bando franquista. "Él no era fascista pero alistaban a gente del campo que nada sabían", se disculpa la hija. Él se casó con una de las hijas de los Llinàs Socías, con Catalina. Un hermano de éste, Alejandro, que trabajó como maquinista de Naviera Mallorquina y que salió de Palma en tiempos de la guerra civil se desposó con una italiana, Selena, madre de Linuccia, y pintora de los motivos de algunas de las alpargatas que se vendían en aquel negocio de la calle Sant Miquel, que por once años no alcanzará el siglo.

Quizá por el vínculo con Italia y el profundo amor a la cultura mallorquina, la propietaria contó ayer con las actuaciones de los xeremiers Pep Toni Rubio y Càndid y de Marino e Marini, que pusieron a bailar la calle a ritmo de tarantellas y Nel blu dipinto di blu (Volare) de Domenico Modugno.

"Mi sensación es agridulce. Me he encontrado con papeles, recuerdos, porque esto fue no solo un comercio familiar, aquí vivimos", cuenta Margalida, señalando las huellas en la puerta en la que ella garabateó el rótulo: taller de costura. Su madre atendía la venta de alpargatas, zapatillas, mientras sus hijas Margalida y Lina (fallecida años atrás) jugaban.

Mientras Sant Miquel cede su personalidad en favor de las franquicias (donde todavía hoy sigue la espardenyeria que visitó Gala, la mujer de Dalí, o el duque de Windsor pero que al cerrar correrá la misma suerte), ayer tarde se vistió y calzó de fiesta. Sin embargo, va a haber cierta continuación. Las dependientas Emilia Garrido y Aurora Maestre, veteranas en la casa, abrirán en junio su negocio: Alpargatería Llunas. Un guiño.

Margalida Guilabert invitó también a amigos a sumarse a la fiesta de despedida de una negocio abierto en 1927 por Gaspar Llinàs En el interior de la tienda, colgaban las fotografías familiares en torno a este negocio. En blanco y negro, el retrato de los bisabuelos, Joan Llinàs y Joana Burgos, que fueron el embrión del comercio al abrir en el estrecho portal en sant Miquel un puesto de venta de aceite. Se le conocía como cas olier. Sería Gaspar, el hijo, el que ampliaría aquel pequeño lugar y lo transformaría en alpargatería.

"La vida es una rueda. ¡Todo termina!", apuntó machadiana Cecilia Rivetti. A partir del día del trabajador, su prima mallorquina, Margalida Guilabert podrá descansar.

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